Sin duda, la Serie “Soy Hijo de Dios” ha
bendecido a tantas personas y ha transformado la forma de pensar y
creer como es Dios como Padre con nosotros. Así que este día estamos
cerrando la serie con el tema Bienvenido a casa.
Quiero comenzar con este versículo que habla del Amor de Dios para nosotros; Efesios 2:4 (TDLA) dice: “Pero Dios es muy compasivo, y su amor por nosotros es inmenso. Por eso, aunque estábamos muertos por culpa de nuestros pecados, él nos dio vida al resucitar a Cristo. Nos hemos salvado gracias al amor de Dios.”
Sabes, hay veces que no comprendemos cuan grande es el Amor de Dios para nosotros, pero no es necesario que lo comprendas, sino que lo creas y lo recibas. El amor de Dios es inmenso y no puede ser menor, porque Dios es inmenso y Dios es amor.
Quiero enseñarte tres parábolas que revelan el carácter Amoroso de Dios. Las tres parábolas se conectan entre sí y revelan el cuidado de Dios para con nosotros. Se le llaman las parábolas de lo perdido y son las la parábola de la oveja pérdida, la moneda perdida y la parábola del hijo pródigo.
Lucas 15:3-7 dice: “Entonces él les refirió esta parábola, diciendo: ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndole: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.”
Nótese como en esta parábola no sólo se habla de la oveja perdida, sino del sufrimiento del pastor por la oveja. Cómo será el amor del buen Pastor, que está dispuesto a dejar las 99 en el desierto con tal de ir tras la que se había perdido. No es que el pastor sea descuidado, sino que nos revela el apasionante amor por una oveja. Estaría dispuesto a dejar 99 ovejas en el desierto; en el desierto no hay pastos verdes, las ovejas correrían el riesgo de morir de hambre. En el desierto hay fieras; correrían el riesgo de ser devoradas por las fieras, pero todo eso no sería suficiente con tal de revelarnos su amor por cada una de nosotros.
El Pastor de ovejas no dice: “Bueno se perdió una, pero todavía tengo 99”. No es un amor egoísta; es un amor incondicional.
Sabías que la oveja es uno de los pocos animales que es incapaz de hallar por sí mismo el camino de vuelta. La oveja tiene una vista corta, no puede regresar por sí sola. Por eso, Jesús nos compara con las ovejas; necesitamos del buen pastor para guiarnos.
En Lucas 15:8 dice: “¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido. Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.”
La mujer de la dracma no dice: “Bueno se perdió una, pero todavía tengo nueve más.”
¿Por que una moneda? ¿Por qué Dios hace la comparación con una moneda? Porque fuimos estampados a su imagen y semejanza; y no importa la hora que sea que el tenga que barrer aún la basura que se encuentra a nuestro alrededor con tal de encontrarnos y rescatarnos de esa oscuridad.
Asimismo el padre del hijo pródigo no dice: “Bueno, se fue el menor, pero todavía tengo el mayor”. No es la cantidad, es el valor que Dios nos da a cada uno como persona. Tengo hijas y jamás podría pensar en que una de ellas pudiera ser substituible.
En las tres parábolas representan la Trinidad de Dios; Jesús, representa el buen pastor; nótese que el Padre no envío un ángel o un siervo a recuperar la oveja; envió a su propio Hijo, el buen Pastor.
En la segunda parábola, representa al Espíritu Santo buscando la dracma. Èl encienda la lámpara; Èl es quien hace la obra de iluminar nuestra vida.
La parábola del hijo pródigo representa al Padre esperando que regrese su hijo. Las tres parábolas enseñan como Dios obra; las dos primeras es Dios buscando al pecador y en la última es el pecador buscando a Dios.
En Lucas 15:11-16 dice: “También dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. No muchos días después,juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían de los cerdos, pero nadie le daba.”
En estos versículos podemos ver varios pasos que alejaron al hijo de la Casa del Padre.
Rebelión contra el padre. No te rebeles contra el Padre porque las cosas no salen como quieres o esperas. Recuerda que Èl es Dios y Èl habita allá arriba y tú estás aquí abajo. Èl sigue siendo Dios.
Deseo de Independencia: Este hijo pensaba que podría sólo sin necesidad de estar cerca del padre. Jesús dijo: “Lejos de mí, nada podéis hacer.” Lejos de Dios no llegaremos a ningún lado.
Estuvo arrimado: este hijo se sintió degradado. Cuando te sientes degradado crees que no tienes valor para nadie, sin pensar que hay alguien que siempre está pensando y esperando por tì. ¿Por qué crees que las personas se quitan la vida? Porque creen que su vida no tiene sentido ni valor.
Terminó como esclavo: Terminó apacentando cerdos y como esclavo. Recuerda que la paga del pecado es muerte, no permitas que el engaño de Satanás te aleje de la casa del Padre por lo falso que él te ofrece; lo único que desea provocar en tu vida es mantenerte lejos de la casa de tu Padre. ¿Por qué algo afuera si el Padre lo tiene para ti en casa?
En Lucas 15:17-21 leemos: “Y volviendo en sí, dijo: Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre , he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.”
Este hijo hizo varias cosas para regresar:
Reconoció su condición; recapacitó. Lo primero que necesitas para regresar a casa es reconocer que necesitas ayuda, por eso volvió en sí.
Confesión sincera: el dijo “Yo aquí perezco de hambre”. Se dio cuenta de su condición y lo confesó. Hay muchas personas que a pesar de lo que puedan estar viviendo, nunca expresan o confiesan que están mal y necesitan un cambio en sus vidas. El orgullo muchas veces nos impide regresar a Casa.
Se levantó y regresó: Sólo con pensar las cosas y confesarlas, las cosas no cambian. Se necesita de una acción. Es tiempo de cambiar el rumbo de aquellas cosas que sabes que no te llevan a ningún lugar; levántate y cambia el rumbo de tu vida.
Termino con este versículo Lucas 15:22-24 dice: “Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pie. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.”
El padre vio de lejos a su hijo, quiere decir que estaba pendiente que regresara. Los verdaderos hijos son los que saben el camino de regreso a casa. El padre no lo buscó, fue el hijo quien regresó.
El padre se había anticipado a prepararlo todo para cuando el hijo regresará; tenía el mejor vestido, calzado y el anillo. El calzado representa un nuevo caminar; un caminar distinto. El anillo, representaba una señal de haberlo recibido como miembro del linaje, incluso el padre había engordado el becerro para matarlo y hacer fiesta. En la casa del Padre él tiene todo lo que necesitas; hay una fiesta preparada para ti para cuando regreses.
Dios me dijo: “Hija, este es el año de Restitución”; y yo le dije: “sí, Señor, yo sé”, pero él me dijo: “La Restitución no sólo es para ustedes, es también para mí. Porque yo recupero lo que se había perdido”. Tù eres lo más valioso para Dios y Èl recuperará lo que es de Èl.
Quiero comenzar con este versículo que habla del Amor de Dios para nosotros; Efesios 2:4 (TDLA) dice: “Pero Dios es muy compasivo, y su amor por nosotros es inmenso. Por eso, aunque estábamos muertos por culpa de nuestros pecados, él nos dio vida al resucitar a Cristo. Nos hemos salvado gracias al amor de Dios.”
Sabes, hay veces que no comprendemos cuan grande es el Amor de Dios para nosotros, pero no es necesario que lo comprendas, sino que lo creas y lo recibas. El amor de Dios es inmenso y no puede ser menor, porque Dios es inmenso y Dios es amor.
Quiero enseñarte tres parábolas que revelan el carácter Amoroso de Dios. Las tres parábolas se conectan entre sí y revelan el cuidado de Dios para con nosotros. Se le llaman las parábolas de lo perdido y son las la parábola de la oveja pérdida, la moneda perdida y la parábola del hijo pródigo.
Lucas 15:3-7 dice: “Entonces él les refirió esta parábola, diciendo: ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndole: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.”
Nótese como en esta parábola no sólo se habla de la oveja perdida, sino del sufrimiento del pastor por la oveja. Cómo será el amor del buen Pastor, que está dispuesto a dejar las 99 en el desierto con tal de ir tras la que se había perdido. No es que el pastor sea descuidado, sino que nos revela el apasionante amor por una oveja. Estaría dispuesto a dejar 99 ovejas en el desierto; en el desierto no hay pastos verdes, las ovejas correrían el riesgo de morir de hambre. En el desierto hay fieras; correrían el riesgo de ser devoradas por las fieras, pero todo eso no sería suficiente con tal de revelarnos su amor por cada una de nosotros.
El Pastor de ovejas no dice: “Bueno se perdió una, pero todavía tengo 99”. No es un amor egoísta; es un amor incondicional.
Sabías que la oveja es uno de los pocos animales que es incapaz de hallar por sí mismo el camino de vuelta. La oveja tiene una vista corta, no puede regresar por sí sola. Por eso, Jesús nos compara con las ovejas; necesitamos del buen pastor para guiarnos.
En Lucas 15:8 dice: “¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido. Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.”
La mujer de la dracma no dice: “Bueno se perdió una, pero todavía tengo nueve más.”
¿Por que una moneda? ¿Por qué Dios hace la comparación con una moneda? Porque fuimos estampados a su imagen y semejanza; y no importa la hora que sea que el tenga que barrer aún la basura que se encuentra a nuestro alrededor con tal de encontrarnos y rescatarnos de esa oscuridad.
Asimismo el padre del hijo pródigo no dice: “Bueno, se fue el menor, pero todavía tengo el mayor”. No es la cantidad, es el valor que Dios nos da a cada uno como persona. Tengo hijas y jamás podría pensar en que una de ellas pudiera ser substituible.
En las tres parábolas representan la Trinidad de Dios; Jesús, representa el buen pastor; nótese que el Padre no envío un ángel o un siervo a recuperar la oveja; envió a su propio Hijo, el buen Pastor.
En la segunda parábola, representa al Espíritu Santo buscando la dracma. Èl encienda la lámpara; Èl es quien hace la obra de iluminar nuestra vida.
La parábola del hijo pródigo representa al Padre esperando que regrese su hijo. Las tres parábolas enseñan como Dios obra; las dos primeras es Dios buscando al pecador y en la última es el pecador buscando a Dios.
En Lucas 15:11-16 dice: “También dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. No muchos días después,juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían de los cerdos, pero nadie le daba.”
En estos versículos podemos ver varios pasos que alejaron al hijo de la Casa del Padre.
Rebelión contra el padre. No te rebeles contra el Padre porque las cosas no salen como quieres o esperas. Recuerda que Èl es Dios y Èl habita allá arriba y tú estás aquí abajo. Èl sigue siendo Dios.
Deseo de Independencia: Este hijo pensaba que podría sólo sin necesidad de estar cerca del padre. Jesús dijo: “Lejos de mí, nada podéis hacer.” Lejos de Dios no llegaremos a ningún lado.
Estuvo arrimado: este hijo se sintió degradado. Cuando te sientes degradado crees que no tienes valor para nadie, sin pensar que hay alguien que siempre está pensando y esperando por tì. ¿Por qué crees que las personas se quitan la vida? Porque creen que su vida no tiene sentido ni valor.
Terminó como esclavo: Terminó apacentando cerdos y como esclavo. Recuerda que la paga del pecado es muerte, no permitas que el engaño de Satanás te aleje de la casa del Padre por lo falso que él te ofrece; lo único que desea provocar en tu vida es mantenerte lejos de la casa de tu Padre. ¿Por qué algo afuera si el Padre lo tiene para ti en casa?
En Lucas 15:17-21 leemos: “Y volviendo en sí, dijo: Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre , he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.”
Este hijo hizo varias cosas para regresar:
Reconoció su condición; recapacitó. Lo primero que necesitas para regresar a casa es reconocer que necesitas ayuda, por eso volvió en sí.
Confesión sincera: el dijo “Yo aquí perezco de hambre”. Se dio cuenta de su condición y lo confesó. Hay muchas personas que a pesar de lo que puedan estar viviendo, nunca expresan o confiesan que están mal y necesitan un cambio en sus vidas. El orgullo muchas veces nos impide regresar a Casa.
Se levantó y regresó: Sólo con pensar las cosas y confesarlas, las cosas no cambian. Se necesita de una acción. Es tiempo de cambiar el rumbo de aquellas cosas que sabes que no te llevan a ningún lugar; levántate y cambia el rumbo de tu vida.
Termino con este versículo Lucas 15:22-24 dice: “Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pie. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.”
El padre vio de lejos a su hijo, quiere decir que estaba pendiente que regresara. Los verdaderos hijos son los que saben el camino de regreso a casa. El padre no lo buscó, fue el hijo quien regresó.
El padre se había anticipado a prepararlo todo para cuando el hijo regresará; tenía el mejor vestido, calzado y el anillo. El calzado representa un nuevo caminar; un caminar distinto. El anillo, representaba una señal de haberlo recibido como miembro del linaje, incluso el padre había engordado el becerro para matarlo y hacer fiesta. En la casa del Padre él tiene todo lo que necesitas; hay una fiesta preparada para ti para cuando regreses.
Dios me dijo: “Hija, este es el año de Restitución”; y yo le dije: “sí, Señor, yo sé”, pero él me dijo: “La Restitución no sólo es para ustedes, es también para mí. Porque yo recupero lo que se había perdido”. Tù eres lo más valioso para Dios y Èl recuperará lo que es de Èl.
No hay comentarios:
Publicar un comentario