Cuando empecé a subir la montaña de Dios y a buscar su presencia cotidiana en mi vida, me percaté que tenía muchas debilidades y que éstas me hacían resbalar por la pendiente.
Cada vez que escalaba su montaña hacia la vida espiritual, mis pecados me mandaban a la base de vuelta, lleno de moretones y golpes en el alma. Me confesaba con frecuencia, pero me faltaba algo.
En una ocasión me percaté que una semana, aunque tuve tentaciones de todo tipo, no caí en ellas. Me pregunté qué había hecho diferente.
¿Había rezado más? ¿Hice actos de caridad? ¿Les hable a otros de Dios?
No sabía con exactitud qué era. Y un buen día lo descubrí, la misa diaria. El efecto de esas Eucaristías sobre mi alma era como un bálsamo. La rejuvenecían y me llenaban de gracia y la fortaleza que necesitaba para el camino cotidiano. Cuando iba a misa todos los días, tenía una gran sensibilidad para no pecar. Sabía que si pecaba ofendería a Dios. Y también, que lo llevaba conmigo a donde iba. Tenía muy presente estas palabras de la santa Biblia:
“¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el santuario de Dios, Dios le destruirá a él; porque el santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario.” (1 Cor 3, 17)
Por tanto tenía que redoblar mis cuidados, estar alerta ante las tentaciones. Cuidar el estado de gracia como un tesoro que se nos ha confiado.
No tenía muchos conocimientos de la vida espiritual, estaba apenas empezando. Y encontré un libro de espiritualidad bellísimo que me aclaró todas mis dudas. “Práctica del Amor a Jesucristo” de san Alfonso de Ligorio. Te lo recomiendo, no dejes de leerlo. Es muy edificante.
Te copio unos breves fragmentos:
Anímate. ¡Vale la pena!
…………..
¿Conoces los libros de nuestro autor Claudio de Castro? Te los recomendamos. Son un bálsamo para el Alma.
Puedes conocer haciendo “CLIC” aquí.
Cada vez que escalaba su montaña hacia la vida espiritual, mis pecados me mandaban a la base de vuelta, lleno de moretones y golpes en el alma. Me confesaba con frecuencia, pero me faltaba algo.
En una ocasión me percaté que una semana, aunque tuve tentaciones de todo tipo, no caí en ellas. Me pregunté qué había hecho diferente.
¿Había rezado más? ¿Hice actos de caridad? ¿Les hable a otros de Dios?
No sabía con exactitud qué era. Y un buen día lo descubrí, la misa diaria. El efecto de esas Eucaristías sobre mi alma era como un bálsamo. La rejuvenecían y me llenaban de gracia y la fortaleza que necesitaba para el camino cotidiano. Cuando iba a misa todos los días, tenía una gran sensibilidad para no pecar. Sabía que si pecaba ofendería a Dios. Y también, que lo llevaba conmigo a donde iba. Tenía muy presente estas palabras de la santa Biblia:
“¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el santuario de Dios, Dios le destruirá a él; porque el santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario.” (1 Cor 3, 17)
Por tanto tenía que redoblar mis cuidados, estar alerta ante las tentaciones. Cuidar el estado de gracia como un tesoro que se nos ha confiado.
No tenía muchos conocimientos de la vida espiritual, estaba apenas empezando. Y encontré un libro de espiritualidad bellísimo que me aclaró todas mis dudas. “Práctica del Amor a Jesucristo” de san Alfonso de Ligorio. Te lo recomiendo, no dejes de leerlo. Es muy edificante.
Te copio unos breves fragmentos:
- Santa Teresa repetía: “Yo no he encontrado ayuda más poderosa para obtener la perfección, que la frecuente comunión. Es admirable cómo hace crecer Dios en santidad al alma que comulga con frecuencia y con las debidas disposiciones”.
- Santo Tomás enseña que la Comunión neutraliza muchos ataques del demonio y san Juan Crisóstomo recuerda que la sagrada Comunión le da al alma una fuerte inclinación hacia la virtud.
- San Francisco de sales decía. “Estas son las personas que necesitan recibir a Jesús en la Eucaristía: Los que son débiles para volverse fuertes y los que son fuertes, para no volverse débiles.”
- Si te preguntan por qué comulgas? Les responderás: “Comulgo porque soy débil y en la Comunión está el Fuerte que vuelve fuertes a quienes lo reciben. Comulgo porque tengo el alma enferma y en la Eucaristía recibo al Médico que no vino a buscar sanos sino enfermos”.
Anímate. ¡Vale la pena!
…………..
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