martes, 30 de enero de 2018

El primer domingo de San José: El papel que le reservó Dios en su vida




Los siete domingos de San José, antigua tradición de la Iglesia

Una antigua tradición de la Iglesia, atribuida a los padres franciscanos y a los franciscanos capuchinos, honra la memoria y devoción a San José mediante la costumbre de vivir la devoción al santo Patriarca los siete domingos anteriores a su fiesta (19 de marzo). Este año el primer domingo es el 29 de enero.
San José es el Patrono de la Iglesia Universal y el mayor de los santos que están en el cielo, después de su esposa, la Virgen María. Fue san José el que más cerca estuvo y con más intimidad trató a Jesús, el Hijo de Dios, y a su esposa María. Por eso es tan poderoso en su intercesión. También se aconseja en octubre, por ser el mes dedicado al Rosario y a la Virgen.
La devoción a san José viene ya de los primeros cristianos. Sin embargo, ha sido en tiempos más recientes cuando la figura de san José se ha realzado más, desde el papa León XIII (Encíclica Quamquam pluries, 1899), al papa san Juan Pablo II que publicó la Exhortación Apostólica, Redemptoris custos (El custodio del Redentor) para conmemorar los 100 años de la encíclica de León XIII, y al actual papa Francisco, que tiene en su habitación una imagen de san José dormido y que le inspira mucha devoción: “Cuando tengo un problema, una dificultad, lo pongo debajo de san José para que lo arregle”, dijo el papa Francisco.
Popularizó mucho san José la orden carmelitana y también el sacerdote franciscano san Bernardino de Siena, que vivió en el siglo XV (murió en 1444) quien en sus “Sermones” ensalza la vida de san José.
San José no solo es patrono de la Iglesia, sino intercesor y patrono en casi todo, de modo particular de las familias, de todos los trabajadores y especialmente de los artesanos, patrono de los moribundos y “terror de los demonios”, guardián de las vírgenes, “espejo de la paciencia”, varón “fidelísimo” y tantos otros que la devoción popular a lo largo de los siglos se ha condensado en las llamadas “Letanías de san José”.
¿En qué consisten los siete domingos de san José?
Los siete domingos de san José consisten en contemplar, en cada uno de los siete domingos anteriores a la festividad del santo (el 19 de marzo) las escenas del Evangelio que hablan de san José, de modo especial “los dolores y los gozos” que el santo Patriarca pasó en su vida terrena, pues cada alegría, cada gozo, estaba precedida de un contratiempo, de una pena que Dios le enviaba, probando así su valentía, su fidelidad, su obediencia, su castidad y su justicia.
La devoción de los siete do,mingos, comienza con la Señal de la Cruz. Después se contempla cada dolor y gozo en cada domingo, se reza la Oración a san José, se piden los favores que más convengan, y termina con el frezo del Padrenuestro,  Avemaría y Gloria, pidiendo por las intenciones del Papa.
Aunque hay muchas oraciones a san José que se encuentran en los numerosos devocionarios, aquí destacamos una que tiene aprobación de la Santa Sede 
Oración a San José
A ti, bienaventurado san José, acudimos en nuestra tribulación, y después de implorar el auxilio de tu santísima esposa, solicitamos también confiadamente tu patrocinio.
Con aquella caridad que te tuvo unido con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, y por el paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos que vuelvas benigno los ojos a la herencia que con su Sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorras nuestras necesidades.
Protege, oh providentísimo Custodio de la divina Familia, la escogida descendencia de Jesucristo; aleja de nosotros, oh padre amantísimo, este flagelo de errores y vicios. Asístenos propicio desde el cielo, en esta lucha contra el poder de las tinieblas; y como en otro tiempo libraste de la muerte la vida amenazada del Niño Jesús, así ahora defiende a la santa Iglesia de Dios de las hostiles insidias y de toda adversidad.
Y a cada uno de nosotros protégenos con tu constante patrocinio, para que, a ejemplo tuyo, y sostenidos por tu auxilio, podamos vivir y morir santamente y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza. Amén.
El Evangelio en el primer Domingo
La primera noticia que nos dan los Evangelios sobre san José la da Mateo (Mt. 1, 18-25), quien después de detallar la genealogía del santo Patriarca, que era hijo del rey David, entra de lleno en la concepción virginal de María, por obra del Espíritu Santo.
La Virgen esperaba un niño y se fue a visitar a su prima Isabel hasta el parto de Juan el Bautista. Al volver a su casa “estando desposada María con José, y antes de que conviviesen”, José vio que estaba encinta y no lo podía entender. Estaba convencido de la pureza y santidad de su esposa. Es seguro que José se encomendó a Dios y le preguntaría “¿cómo ha podido ser eso?”. Y no encontraba respuesta.
Sabiendo que María era santa e inocente, aun teniendo el derecho a denunciarla y romper el desposorio, tomó la decisión de dejarla en secreto. Muy mal lo debió pesar José con una pena honda en su corazón, sin entender nada. Y mientras le daba vueltas a estas cosas, “se le apareció en sueños un ángel”, que le dijo que acogiera a María en su casa pues el Hijo que espera será el Salvador de los pecados de los hombres.
La actitud de José, al despertarse, no fue de incredulidad pensando que había sido solo un sueño, pues dice el Evangelio: “Al despertar José del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y recibió a su esposa. Y sin que antes la conociera (por segunda vez declara la virginidad de María), dio a luz un Hijo y le puso por nombre Jesús”. La gran alegría de José fue inmensa al descubrir la verdad de la Encarnación de Jesús, Hijo de Dios, y conocer el motivo y finalidad del embarazo de su esposa.
San José, en esta aparición del ángel, entendió cuál era el papel que le reservó Dios en su vida: cuidar de María y del Hijo, preservando la virginidad de su esposa. Muchos ven muy difícil la castidad de José, pero como dice santo Tomás en su Suma Teológica, al hablar de la santidad de María que, “a los que Dios elige para algo, los prepara y dispone de tal modo que sean idóneos para ello”.
Le pedimos a san José las gracias que necesitamos y terminamos: San José, ruega por nosotros, ruega por mí.

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