Padres y madres migrantes: ¿Cómo manejar el riesgo de “inundar” de bienes materiales a los hijos?
El deseo de dar a los hijos una mejor calidad de vida es una motivación frecuente que empuja a tantos padres y madres de familia a migrar.Además, quien ha sufrido el hambre, la pobreza o la falta de instrucción, hace lo posible por evitar que los suyos pasen por lo mismo.
En algunas ocasiones la búsqueda de una mejoría económica se traduce en mudarse a vivir a otro país, corriendo el riesgo de “inundar” de bienes materiales a los hijos cuando se está lejos.
La separación de la familia es siempre dolorosa, a pesar de que sus miembros sepan el motivo de la migración y acepten el sacrificio de la distancia con la esperanza de un futuro mejor.
Uno de los sentimientos que suele acompañar a las madres y padres migrantes es la culpa por sentir que de alguna manera han abandonado a sus hijos porque la presencia no puede suplirse con nada.
Un abrazo, una caricia o un beso no pueden sustituirse ni siquiera con el uso de las nuevas tecnologías y de las redes sociales, a pesar de que a veces nos hagan sentir “como si” estuviéramos allí.
La culpa es un sentimiento difícil y desagradable, que manejada en modo sano puede ayudarnos a crecer y a “enderezar” el rumbo de la relación con los demás y con nosotros mismos.
La culpa puede sentirse de forma moderada, grande, abrumadora o incluso inmensa. De tal manera que si no logramos manejarla solemos hacer muchas cosas para tratar de callarla:
- la negamos y nos comportamos como si no la sintiéramos;
- podemos también echársela a otras personas o a cualquier situación que esté mas allá de nuestras manos;
- podemos tratar de esconderla y soportarla en soledad, hasta que en algún momento nos hace explotar.
Además, los bienes materiales pueden convertirse en un intento de compensar el dolor que sufren todos los miembros de la familia con la separación y la distancia y de apaciguar los sentimientos desagradables como la rabia, la frustración, la soledad o la desolación.
Por otra parte, el deseo de evitar que los hijos sufran las penas y dificultades que hemos vivido como padres, también puede llevarnos a dar la prioridad a los bienes materiales, corriendo el riesgo de desarrollar relaciones superficiales y deteriorando los vínculos afectivos entre los miembros de la familia.
Asimismo, pueden perderse valores fundamentales como la gratitud, el respeto por el trabajo y la responsabilidad.
¿Qué hacer?
¿Qué podemos hacer para manejar el riesgo de “inundar” de bienes materiales a los hijos, sobre todo cuando se está lejos?Brindarnos un tiempo y un espacio para aprender a manejar los sentimientos difíciles, como la culpa, la frustración y la vergüenza; y también para elaborar la experiencia de la migración. Y si es necesario buscar ayuda profesional.
Brindar a los hijos la oportunidad de expresar sus ideas, emociones y sentimientos y también la ocasión de que puedan abordar los cambios en sus vidas y en sus relaciones familiares a partir de la migración.
Asimismo, es esencial no generar sentimientos de culpa a los propios hijos. Eviten pues frases del tipo: “Me estoy sacrificando sólo por ustedes”.
Poner atención cuando se tiene ese deseo tan común y humano de que “no les falte nada” porque a veces puede desorientarnos y terminamos tratando de que lo “tengan todo” perdiendo de vista cuáles son las prioridades para su educación y crecimiento.
Para ello, puede ser útil pensar en los valores que queremos inculcar a nuestros hijos a través de la educación. Por ejemplo, ¿qué valor tiene el dinero en nuestra familia? ¿Cómo lo utilizamos?
Por otra parte, es indispensable establecer una relación de confianza, respeto y colaboración con quien se hace cargo de la crianza de los hijos y establecer juntos, cuáles son las necesidades mas importantes y el modo de satisfacerlas. En otras palabras, es fundamental acordar en qué y cómo utilizar el dinero y los bienes materiales.
Otros valores muy importante a transmitir a los hijos desde pequeños son el de la dignidad del trabajo y el de la gratitud. De acuerdo a su edad, con gestos cotidianos, pueden aprender también el valor de la responsabilidad y de la solidaridad hacia las personas más necesitadas.
Para concluir, una pregunta que puede ayudar a orientarnos en el difícil reto de las relaciones a distancia es: ¿Qué puedo hacer para que mis hijos sientan que estoy presente en sus vidas y para que puedan sentirse reconocidos, queridos y valorados, a pesar de que estemos lejos?
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