No menospreciemos el poder de Dios, su amor incondicional y la fuerza de su gracia contra el mal, es la armadura de Dios
Este año cumplimos con mi esposa Lida, 23 años de matrimonio y desde que nacieron nuestros hijos no recuerdo un solo día que haya pasado sin que ella los bendiga a ambos, ya sea antes de salir de casa o al momento de enfrentar algún reto, tarea o emprendimiento.En persona, por teléfono y hasta por Skype la he visto o escuchado repetir las palabras de San Pablo una y otra vez con el mismo fervor y sinceridad:
“Revístelo
Señor con tu armadura, con el casco de la salvación, el cinturón de la
verdad, el escudo de la fe, la coraza de la justicia, el calzado por el
celo del Evangelio y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios,
amén” (Efesios 6, 10-18).
Simultáneamente al pronunciar estas palabras, les hace un signo de
cruz en la frente con la cruz de San Benito que tenemos en casa.Mi formación pastoral racionalista, me llevó inicialmente a menospreciar este gesto de mi esposa, viéndolo como una simple costumbre religiosa que yo debía aceptar por amor a ella, pero nada más.
Sin embargo, una y otra vez he sido testigo de la amorosa protección de Dios en mi familia y resulta imposible asociar ello a esta persistente plegaria de amor de mi esposa para con nuestros hijos.
Hay muchas formas de bendecir a los hijos y de hecho la única condición es que la plegaria sea sincera.
Sin embargo, me permito sugerir a los padres de familia que usen este texto de Efesios para bendecirlos ya que resulta bastante completo.
- Cuando invocamos al casco de la salvación, le pedimos que los proteja de toda tentación que venga por el intelecto (ideas, conceptos, pensamientos, recuerdos, etc.).
- Si pedimos el cinturón de la verdad para ellos,
pedimos que tengan la firmeza de mantenerse en sus convicciones, ante
quienes siembran la duda con el chisme, la presión social, la mentira,
el bullying y la confusión.
- Invocando al escudo de la fe, pedimos que los
proteja de los “dardos incendiarios” del maligno, vale decir aquellas
maledicencias, rencores, odios, y todo ocultismo dirigido contra ellos.
- Cuando invocamos la protección de la coraza de la justicia, estamos pidiendo que sea preservado su corazón y sus sentimientos.
- Cuando pedimos que sean calzados con el celo del Evangelio,
pedimos que no retrocedan en su FE sino que avancen en ella. En la
época de Jesús, los soldados romanos usaban zapatos con púas para
afirmar los pies del combatiente al suelo y nunca retroceder.
- Finalmente, cuando invocamos a la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios, pedimos que nuestros hijos se alimenten de ella y que esto se refleje en su forma de ser, de hablar, de conducirse en la vida, de tal manera que sean siempre vencedores ante la tentación y el mal. Nótese que la espada es la única arma de ataque de la armadura de Dios. No es casualidad que el laicismo busque antes que nada, quitarnos la posibilidad de usarla para defender nuestras opiniones.
“Si, si claro, pero no conocen a un psicólogo”.
Si seguimos menospreciando el poder de Dios, su incondicional amor y
la fuerza de su gracia que vence todo mal, difícilmente veremos su
providencia reflejada en nuestra familia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario