Lo más saludable es definir la vida a partir del agradecimiento de lo que uno ha recibido y con humildad confiarse a la voluntad de Dios
Lo primero es recordar que el primer mandamiento, el que nos orienta en la ruta de la vida, es que pongamos a Dios en primer lugar.
Por razonable que nos parezca una petición o deseo, apegarnos a ello, sobre todo cuando no depende únicamente de nuestras estrategias o deseos, es un grave error.
A uno le puede parecer muy lógico, y muy deseable, y muy sano tener tal o cual empleo, ir a tal o cual lugar o tomar tal o cual camino en la vida. No necesariamente es lo mejor y no necesariamente es lo que va a suceder.
Lo más saludable es definir la vida a partir del agradecimiento de lo que uno ha recibido y luego, con toda la humildad y amor que uno tenga hacia Dios decirle:
"Confío mi vida en tus manos; dame ojos para descubrir tus designios, y un corazón que se goce en tu voluntad".
Eso no significa que uno no tenga deseos concretos, pero desde el momento mismo en que nacen hay que vigilar no esclavizarse con ese deseo.
Si quiero un buen empleo, hago la tarea, o sea, me capacito, envío hojas de vida, trato de buscar contactos, pero finalmente sé que la plenitud de mi vida no está en eso.
Lo mismo para la persona que quiere una buena pareja: cuida particularmente su aspecto, frecuenta sitios donde puede conocer nuevas y buenas personas, pero no se esclaviza de ese único deseo
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