¿Cómo es la Semana Santa en tu país, tu ciudad o tu pueblo?
Nos pregunta un lector de Aleteia: “Ustedes podrían publicar una explicación sobre las procesiones de semana santa y cuál es su fin, yo no lo tengo claro. Muchas gracias”.
Cada procesión tiene sus particularidades, puesto que cada pueblo tiene unas tradiciones que se han ido incorporando al acervo cultural cristiano. En América Latina, gran parte de sus tradiciones proceden de la vieja España, así que hablaremos especialmente de ella.
La Semana Santa en España es muy rica y variada, y tiene tradiciones particulares de pueblos y regiones. En algunos lugares de España destacan los cantos o las saetas (Semana Santa Andaluza); en otros el silencio (Semana Santa Castellana) o el ruido de los tambores (Semana Santa en Hellín o en Cuenca). No obstante la mayoría de las procesiones tienen unas similitudes que intentaremos destacar.
Origen de las procesiones
Las tradicionales procesiones que vemos en Semana Santa tienen su origen en las procesiones que, desde la antigüedad, se realizaban en todos los pueblos y religiones. Los judíos ya realizaban procesiones en Pascua, Pentecostés y las Fiestas de los Tabernáculos, y los primeros cristianos se reunían para llevar los cuerpos de los mártires hasta el Sepulcro.
Es cierto que las procesiones de Semana Santa, tal y como se realizan en España tienen una gran similitud con las celebraciones de los triunfos romanos y es posible que, tras el Renacimiento, algunas de estas ornamentaciones de triunfo se fueran incorporando al ritual procesional.
Significado de las procesiones
La participación en una procesión significa un homenaje y un reconocimiento público a Jesús, a la Virgen o a los santos que son portados en anda.
En la Semana Santa, además, existe un un motivo penitencial: los penitentes procesionan para limpiar sus pecados y mostrar públicamente su arrepentimiento. Las luces que portan muestran que caminan hacia la luz que es Cristo y siendo un acto público de fe, es una de las más sublimes manifestaciones externas y públicas con las que se pide mejorar.
La manifestación privada de la fe pasa a ser pública y las calles se convierten en una Iglesia. De ahí el engalanamiento de las casas, el adorno de los balcones y el silencio que recorre cada uno de los rincones de la Semana Santa.
Estructura de las procesiones
Todas las procesiones son iguales, o por lo menos muy parecidas y prácticamente todas siguen una estructura muy marcada. Nada esta improvisado y, aunque las imágenes son el eje central del cortejo son los penitentes o cofrades quienes van estructurando la procesión.
Los cofrades o penitentes procesionan en Semana Santa con un atuendo especial. Portan una túnica ceñida, un capuchón (romo o puntiagudo) con el que en algunas procesiones ocultan su rostro y suelen portar cruces o flagelos. Son llamados “Nazarenos” porque originalmente sólo procesionaban en las cofradías de Jesús Nazareno, aunque posteriormente se ha ido extendiendo al resto de hermandades y cofradías.
La jerarquización es muy importante y se desarrolla de menor a mayor importancia. En Roma los cortejos imperiales comenzaban con los estandartes y la música para finalizar con el empereador divinizado. Algo similar ocurre en Semana Santa.
Lo primero que sucede es el anuncio de la procesión. En algunos sitios es el muñidor: una persona que va delante de la procesión tocando la campanilla o carraca, símbolo del paso de un lugar profano a un lugar sagrado. En otros lugares es la banda de cornetas y tambores la que a ritmo marcial va marcando la llegada de la procesión.
La procesión se inicia con la Cruz de Guía o la Cruz Parroquial, que es portada por jóvenes de la parroquia, normalmente monaguillos. La cruz suele ir flanqueada por faroles guía o bocinas que anuncian su presencia. Tras ella, el estandarte de la Hermandad, que recuerda a los pendones romanos y posteriormente comienzan a aparecer los penitentes o nazarenos portando la luz: el camino hacia Cristo.
Van sucediéndose los pasos de la Semana Santa, precedidos por acólitos con ciriales o incensarios y en algunas ocasiones acompañan símbolos romanos, que muestran el poder político que en aquella época acompañó al Señor en su camino hacia el Gólgota.
Primera imagen, casi siempre, el paso del Cristo; tras él, el acompañamiento de la Virgen. Cierra la procesión la presidencia de la Hermandad o Cofradía y las autoridades civiles, que muestran así un importante grado de jerarquización. Tras ellos llegará el Pueblo que acompaña al final la procesión imitando el camino de Jesús en la Vía Dolorosa.
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