Devastación. Dolor. Pena.
Una relación de largo plazo acaba de romperse.
Una relación en la que habías invertido tiempo, ilusiones, cariño y en la que habías puesto muchísimo de tu parte, de pronto, por cualquier circunstancia, queda deshecha. ¿Por qué Dios me manda semejante prueba? ¿Qué he hecho yo para merecer este dolor tan grande? Más allá de por qué y cómo haya terminado, “romper” una relación siempre implica dolor. Incluso algunas relaciones que terminan en “buenos términos”, traen aparejada una cuota de dolor. Tenemos la sensación de que nuestro corazón “se rompe”, literalmente sentimos dolor en el pecho, y lloramos, y nos lamentamos. Nuestras emociones están a flor de piel, y, como dice la canción: “Todo, todo me recuerda a ti”. ¿Qué podemos hacer en semejante situación?
La respuesta no es fácil. El dolor es real y no hay una receta única para resolver un corazón roto. Se rompe en mil pedazos y nos cuesta mucho encontrar las piezas y repararlo. Y de todos modos ya no volveremos a ser los mismos, porque esa historia de amor nos cambió de una vez y para siempre. Y si la historia termina mal es posible que después nos cueste mucho volver a amar. Así que tendremos que tener mucho cuidado de qué hacemos, y también de qué no hacemos, para que nuestras relaciones, especialmente después nuestro matrimonio, no sufra por este desengaño actual.
Hay algunas cosas que proactivamente podremos hacer y algunas que tendremos que evitar para poder recuperarnos, volver a amar y a confiar como Dios manda. Aquí van algunos tips.
1. Acepta el dolor
No querer aceptar que duele es un modo muy complejo de pasar por el duelo. El duelo es el proceso psicológico que se desata por una pérdida, y tienes que ser inhumano para no aceptar que la ruptura no te afectó. El duelo habitualmente tiene cinco facetas o etapas: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. No siempre se dan todas y no siempre se dan en ese orden, pero el alma necesita un tiempo para recuperarse de una pérdida, y durante esa pérdida las emociones van a estar muchas veces incontrolables. Lo que te niegues a sufrir ahora, puede resurgir en un futuro como ansiedad o depresión. Necesitas atravesar las etapas del duelo para sanar tu alma.
2. No quieras tapar un agujero con otro agujero
Muchas veces por despecho, por desesperación o por negarse a pasar el duelo como corresponde, muchas personas se sumergen en otra relación apenas acaban de terminar con la anterior. Es un sinsentido, y lo único que van a lograr es involucrar a otra persona más en el dolor. Es muy probable que la víctima de la primera relación se convierta en victimario de la segunda y esparza más dolor. Como dijimos en el punto anterior, las emociones y los sentimientos están golpeados, y reemplazar una mala relación por otra no va a resolver nada, al contrario, va a empeorar todo.
3. Deja que los sentimientos fluyan
Para poder sufrir hay que… ¡sufrir!. ¿Tienes ganas de llorar? ¡Llora! ¿Tienes ganas de reír? ¡Ríe! ¿Un día te sientes bien? ¡No te sientas culpable! Expresar los sentimientos ayuda a hacer una catarsis, es decir a purificarlos. Reprimir los sentimientos puede lograr que se “pudran” en tu interior. Si tienes una buena amiga o un buen amigo que te “soporte” en este estado catastrófico en el que te encuentras, busca su compañía. También Jesús puede escuchar tus penas y consolarte, así que acude a la Adoración Eucarística para dejar que tus sentimientos se aplaquen. Escribe “cartas que nunca voy a enviar” expresando todo lo que sientes y no te guardes nada en tu interior. (¡luego las quemas!).
4. No te ahogues en tus propias lágrimas
Pero, ¿cómo? ¿No era que había que expresar los sentimientos? Sí, es sano dejar que los sentimientos fluyan, pero no podemos dejar que nos embarguen. Tarde o temprano nuestro dolor tiene que desaparecer. Muchas veces dejamos que nos “siga doliendo” porque es fácil el papel de víctima. Si el duelo continúa después de un tiempo más o menos largo (pongamos unos 3 meses de límite máximo) entonces es momento de buscar ayuda profesional, porque es probable que estemos frente a un proceso patológico. No superar un duelo es también complicado.
5. Pon distancia
El amor y los sentimientos son difíciles de dominar. Es mejor poner distancia entre la persona que te dejó y tú. Y si algo te lo recuerda… mejor también ponerlo un poco a la distancia. Los primeros días naturalmente que va a ser muy difícil, porque hasta tomar agua te va a recordar al otro. Pero nunca, bajo ninguna circunstancia, quieras “continuar como amigos”. Es una muerte lenta y dolorosa, y ¡no funciona! Los sentimientos que estuviste alimentando durante tanto tiempo, ahora los tienes que reprimir para siempre. Cuanta más distancia puedas poner entre ambos, mejor.
6. Cuídate
Nadie puede cuidarte mejor que tú. Estos momentos, donde las relaciones provocan dolor, somos especialmente propensos a “dejarnos estar” y comer como animales o encerrarnos a llorar dos mares completos. Y no es muy bueno. Es importante poder tener un tiempo de duelo, pero también es importante que nos curemos de cuerpo y del alma. Buen sueño, buena comida, buen ejercicio, pueden ayudarnos a “estar bien” mucho antes que lo que pensamos.
7. Toma un descanso de tu rutina
¿Puedes poner un freno? ¿Puedes encarar un viaje, hacer un retiro o dedicarte por unos días a ocuparte de otros? Estos cambios de rutina hacen más fácil que puedas “desenganchar” y que puedas superar el dolor.
8. Reza
Naturalmente que debes recurrir al Señor en tu dolor. ¿Estás llorando mucho? Rézale a la llorona de María Magdalena. ¿Te preocupa tu futuro matrimonio? Rézale a Célia y Louis Martin, los padres de Santa Teresita que son santos y esposos. ¡Tal vez Dios esté permitiéndote este dolor porque espera sacar mucho provecho de él. El labrador no le pide permiso a la tierra para pasarle con el arado por encima, pero lo hace para que de fruto. Pregúntale a Dios en oración qué es lo que quiere de ti y ofrécele tu dolor por la salvación de tu alma y por tu futuro esposo o esposa, si Dios quiere que te cases.
Los católicos sabemos que el dolor tiene un sentido salvífico, y a este dolor, que hoy nos atormenta el alma, podemos darle un significado que redunde en nuestro propio beneficio. Cuando estemos apabullados por el dolor, podemos unir nuestros padecimientos a los de Cristo, uniendo nuestros padecimientos a su Cruz por nuestra propia salvación. Y en la Biblia tenemos algunas lecturas preciosas que nos pueden dar mucho consuelo:
Cuando estemos solos: Isaías 43, 1-5
«No temas, porque yo te he redimido, te he llamado por tu nombre, tú me perteneces. Si cruzas por las aguas,yo estaré contigo, y los ríos no te anegarán; si caminas por el fuego, no te quemarás , y las llamas no te abrasarán. Porque yo soy el Señor, tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador. Yo entregué a Egipto para tu rescate , a Cus y a Sebá a cambio de ti. Porque tú eres de gran precio a mis ojos, porque eres valioso, y yo te amo, entrego hombres a cambio de ti y pueblos a cambio de tu vida. No temas, porque yo estoy contigo: traeré a tu descendencia desde Oriente y te reuniré desde Occidente».
Cuando necesitemos consuelo: Salmo 34, 18-20
«Cuando ellos claman, el Señor los escucha
y los libra de todas sus angustias.
El Señor está cerca del que sufre
y salva a los que están abatidos.
El justo padece muchos males,
pero el Señor lo libra de ellos».
Cuando necesitemos curación: Marcos 5, 34
«Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu dolencia».
Para comprender más este proceso en tu vida y aprender a tener confianza en Dios y equilibrio en estos momentos de prueba, te recomendamos nuestra próxima conferencia online.
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