sábado, 26 de mayo de 2018

Sufría, me humillaban y encontré un OASIS en el sagrario (un testimonio sorprendente)





Cada día recibo más testimonios sobre la presencia verdadera, real, de Jesús en el sagrario. Personas que por algún motivo han vuelto a tener esta bella experiencia y ven sus vidas cambiadas, transformadas. Comprenden que Jesús puede cambiar sus vidas y darles sentido, esperanza.

No me canso de recomendarles a todos los que puedo que visiten a Jesús en el sagrario. ¿Por qué esa insistencia? Muy sencillo, porque he visto los frutos.
¿Tienes grandes dificultades? ¿Te inundan las dudas? ¿Te han decepcionado? ¿Buscas sentido a tu vida? Yo no tengo las respuestas, pero sí sé quién las tiene.  Se encuentra en el sagrario.
Haz la prueba, empieza a visitar a Jesús y a estar con Él ante el sagrario. Comienza de a poco, unos minutos al día.
¿Qué hacer allí? Lo primero es arrodillarte con devoción, saludarlo, decirle que le quieres, rezar.
Lleva un librito contigo, puedes acompañarlo y leer.  Te recomiendo: “Historia de un Alma”, escrito por santa Teresita del Niño Jesús.  Puedes encontrarlo en la librería católica más cercana a tu casa.
Jesús es muy especial con nosotros cuando tenemos la gentileza de visitarlo. Es tan puro y bueno y misericordioso. Siempre le he imaginado como un niño en su cumpleaños esperando a los amiguitos que nunca llegan. Hasta que por fin uno se aparece y esto transforma la espera en alegría. Y quiere compartir todo lo que tiene con su amiguito. Exactamente esto ocurre cuando cruzas la puerta del oratorio y Jesús te ve desde aquél sagrario.
Si pudiéramos escucharlo, tal vez nos diría emocionado:
“¡Llegaste! ¡Qué alegría verte!”
Una joven me escribió contándome su bellísima experiencia con Jesús en el sagrario… Es un testimonio fuerte, diferente, para mí muy significativo, porque es una persona que sufrió mucho, la humillaban y no encontraba consuelo en ninguna parte. De pronto un día fue a ver a Jesús Sacramentado en un pequeño oratorio donde tenían el sagrario y las cosas empezaron a cambiar.
“Las primeras veces de visitarle a Jesús, me sentía como Santo Tomás, con mil interrogantes. Por más de que casi siempre iba a Misa o rezaba lo hacía de manera muy superflua. Al comienzo sentía que perdía el tiempo. Pero de a poco fue cambiando eso y ya sentía la necesidad de irme a verlo y estar con Él, por más que ni sabía qué decirle.
De a poco me fui abriendo a Él, a confiar de verdad. Los altibajos no importaban, Él estaba siempre ahí. Y así fue como me fue capturando y enamorando.
Al comienzo no me sentía digna de su amor, hasta ahora me siento así, pero ya menos, porque tantas veces le fallé, pero el Señor igual me seguía y me sigue esperando todos los días frente al Sagrario”.
¡Qué maravilloso es Jesús!

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