Hemos hablado muchas veces de que cuando formamos una familia todos queremos que las cosas vayan bien. También de las ayudas disponibles para solucionar las dificultades que pueden surgir en la convivencia. Hoy nos preguntamos: ¿qué podemos hacer cuando se produce una ruptura en nuestro entorno?
- No juzgar: no sabemos qué ha pasado en una familia para que hayan tomado la decisión de separarse. Romper una convivencia no es una decisión fácil; salvo excepciones, no se toma esta decisión a la ligera. Aunque en ocasiones nos pueda parecer desde fuera que, objetivamente, las razones de la ruptura no eran tan graves como para separarse, la experiencia en el trato con familias que viven dificultades confirma que las cosas casi nunca son como parecen. Además, lo que a uno le puede parecer poco importante tal vez es imposible de superar para alguien que ya está desbordado. Por tanto, no juzgar ni criticar.
- Estar disponible: una ruptura matrimonial es enfrentarse al fracaso de un proyecto vital que, por las razones que sea, esa pareja no ha podido o sabido sacar adelante. No es fácil asumirlo porque, como decíamos al principio, nadie se casa para fracasar. Las personas que pasan por esta situación necesitan hacer un proceso de duelo: aceptar el hecho de la separación, asumir el cambio en los planes de vida y enfrentarse al futuro en unas circunstancias distintas y nuevas. Nada de esto es fácil; y es más duro hacerlo en soledad que acompañados y rodeados de personas que te quieren.
- No echar leña al fuego: una separación causa mucho sufrimiento a todos los miembros de la familia. No es el momento de los reproches ni de los comentarios tipo: ¡te lo dije! Si había motivos para advertirles de que las cosas no iban bien, habría sido oportuno ofrecerles ayuda antes de romper. Pero ahora no se trata de causar más daño sino de ayudar a reconocer y curar las heridas. Por tanto, es un momento que requiere mucha delicadeza, tacto, comprensión, escucha, respeto a las reacciones de cada uno (llorar, enfadarse, protestar, venirse abajo…) para ayudar a encauzarlas.
- Reforzarles como padres: es muy importante que los dos miembros de la pareja tengan claro que, aunque rompan como pareja, no pueden romper como padres de sus hijos. Hay que ayudarles a no perder de vista que siempre van a ser los padres de sus hijos; y que esos hijos les necesitan a los dos y necesitan que su padre y su madre se lleven bien. Por eso, insisto en que no ayuda criticar al otro miembro de la pareja o fomentar los reproches. Al contrario, hay que favorecer que la relación entre ellos sea lo mejor (o, al menos, lo menos mala) posible, por el bien de los hijos.
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