Comparto las palabras del cardenal Rosa Chávez al decirnos a todos los salvadoreños que debemos prepararnos para este momento de gracia, que no quede como una anécdota, sino que sea un antes y un después para la historia salvadoreña, el mundo y la Iglesia. Con la canonización de Monseñor Romero se pondrá sobre la mesa que todo lo que parece imposible se hace realidad.
No se trata de agradar a un sector selecto de la sociedad, se trata de poner en el lugar que debe de estar a un salvadoreño que diariamente se despertaba pensando en un mejor país, un hombre entregado al pueblo siempre en la búsqueda de la justicia y la igualdad, apegado a su evangelio, que vivió hasta dar su último suspiro en el altar.
La gente dice mucho sobre él, así como opinar sobre cualquier tema, así fue y es con él, pero trabajando en su causa se logra conocer a aquel hombre sin tintes políticos o teorías; muchas cosas no cuadran entre lo que la gente dice y es eso precisamente que este hombre próximo a subir a los altares no era más que aquel que seguía y vivía fielmente su testimonio de vida dedicado a Dios y no a órdenes terrenales.
No se trata de adorar o divinizar a la gente, se trata de lograr ver que personas de carne y hueso así como nosotros han logrado dar ese compromiso de que todo debe estar articulado en los valores humanos, todo debe versar en la paz, la ciudadanía democrática y las políticas inclusivas a favor de los desvalidos, que vuelva la libertad al pueblo salvadoreño y, sobre todo, que tengamos un horizonte común, lleno de valentía y autenticidad, no quedarnos en historias vagas, en rencores y odios del pasado; se trata de demostrar que tuvimos a una persona que dio todo por su país demostrando así la verdadera esencia del salvadoreño.
En vez de pelearnos por su figura, estamos ante uno de los mejores momentos de la historia de nuestro querido El Salvador, y es poder ver a alguien que alguna vez fue como nosotros, joven y con sueños, alcanzar la santidad.
En nosotros está el compromiso de mantener vivas sus enseñanzas, en nosotros está el reto de mantener en alto el nombre que le ha dado El Creador a nuestro Pulgarcito: El Salvador.
Mucha gente vive persiguiendo la felicidad y no puede alcanzarla; en tanto que quienes persiguen la santidad mediante la gracia de Cristo, tal como lo hizo Monseñor Romero, recibe la felicidad sin pedirla.
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