domingo, 23 de diciembre de 2018

¿El culto a María tiene su origen en la Biblia?

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Los Evangelios muestran la gran estima de los primeros cristianos por la Madre de Jesús

¿Cómo puede en la Biblia no existir una mención y orden de que se debe dar culto a María de Nazaret, la madre de Jesús? El propio Jesús, en algunas circunstancias, hace que las personas eleven la figura de su madre por encima de la suya y de Dios Padre, como objeto de veneración…
Algunos pasajes del Evangelio son, aparentemente, un culto a María. Uno se encuentra en el Evangelio de Lucas, en el capítulo 11, 27-28:
Una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: “¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!”. Jesús le respondió: “Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican”.
Existen otros pasajes similares en (Lc 8,19-21) y en Marcos y Mateo. Concluyen con esta afirmación de Jesús: “Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican” (Lc 8,21).
En verdad Jesús pone en evidencia el motivo por el cual María es bienaventurada: que escuchó y observó la palabra de Dios.
Fue lo que María hizo acogiendo el anuncio del ángel: “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho” (Lc 1, 38).
Sin embargo, en el Evangelio no se veta la veneración a María. Aparece, antes que nada, el inicio y el fundamento de un culto de la primera comunidad cristiana.
Esto es evidente en el saludo particular del arcángel Gabriel, en la expresión “llena de gracia”, pronunciada a María por su prima Isabel (la cual la bendice, la proclama bendita y la define “madre de mi Señor”).
María en el mismo Magnificat dice: “De ahora en adelante, todas las generaciones me llamarán bendita”.
Todas estas expresiones de elogios a María no serían posible si los primeros cristianos no hubieran tenido una gran estima por ella. Este es el origen de la veneración a María, desde el origen de la Iglesia.
Tenemos también otras constancias antiguas. Al inicio del 900 fue descubierto un papiro del siglo II y III, con una oración a María hecha por una comunidad egipcia: “Sobre tu protección buscamos refugio, santa Madre de Dios, no desprecies nuestras súplicas y líbranos de todos los peligros, Oh Virgen gloriosa y bendita”.
Aparece ya el título de Theotokos, Madre de Dios, que será definido en 431 en el Concilio de Éfeso.
Entre los años 50 y 60, el padre franciscano Bellarmino Bagatti descifró dos escritos en griego en una iglesia judeo cristiana sobre la casa de María en Nazaret.
El primero es el testimonio más antiguo del Ave María (Chaire Maria en griego), el segundo fue dejado por un peregrino que da testimonio de haber escrito sobre el “lugar santo de María”.
A partir de san Justino, se desarrolló también una reflexión teológica sobre María, puesta en paralelo con Eva.
Recuerda un famoso pasaje de Melitón de Sardes, que en una homilía pascual (alrededor del 165), cita a María, “el bello cordero” del cual viene el cordero de nuestra redención.
En conclusión, el culto a María tiene origen en el texto bíblico y se desarrolla con la reflexión de la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo.
No se trata, sin embargo, de adoración, reservada solamente a Dios, sino de veneración, o sea, reconocimiento de su virtud, su fe, de haber sido dulce a la palabra de Dios. Veneración que nos lleva a imitarla, a confiar en su intercesión y adorar y alabar.
 

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