Hay
que rezar a Dios y pedirle cada día la gracia de comprender su
voluntad, la gracia de seguirla y la gracia de cumplirla hasta el final.
Esta es la enseñanza tomada por el Papa Francisco de la liturgia del
día y explicada en la homilía de la Misa presidida en Santa Marta.
Había una vez una ley hecha de prescripciones y de prohibiciones, de sangre de toros y cabras, “sacrificios antiguos” que no tenían ni la “fuerza” de “perdonar los pecados”, ni de dar “justicia”. Después vino al mundo Cristo y con su subida a la Cruz – el acto “que de una vez para siempre nos ha justificado” – Jesús demostró cuál era el “sacrificio” más agradable a Dios: no el holocausto de un animal, sino el ofrecimiento de la propia voluntad para hacer la voluntad del Padre.
Las lecturas y el salmo del día dirigen la reflexión del Papa sobre uno de los puntos centrales de la fe: la “obediencia a la voluntad de Dios”. Este, afirma Francisco, “es el camino de la santidad, del cristiano”, es decir que “el plan de Dios se haga”, que “la salvación de Dios se realice”.
“Lo contrario comenzó en el Paraíso, con la no obediencia de Adán. Y esa desobediencia trajo el mal a toda la humanidad. Y también los pecados son actos de no obediencia a Dios, de no hacer la voluntad de Dios. En cambio, el Señor nos enseña que este es el camino, no hay otro”.
“Y comienza con Jesús, sí, en el Cielo, en la voluntad de obedecer al Padre. Pero en la tierra empieza con la Virgen: ella, ¿qué dijo al Ángel? ‘Hágase lo que tu dices’, es decir, que se haga la voluntad de Dios. Y con ese ‘sí’ al Señor, el Señor comenzó su camino entre nosotros”.
“No es fácil”. Esta expresión vuelve varias veces a los labios del Papa cuando habla de hacer la voluntad de Dios. No fue fácil para Jesús que, recuerda, fue
tentado sobre esto en el desierto y también en el Huerto de los Olivos
con el corazón desgarrado aceptó el suplicio que le esperaba”.
“No fue fácil para algunos discípulos, que le dejaron porque no entendían qué quería decir ‘hacer la voluntad del Padre’. No lo es para nosotros, desde el momento en que – observa el Papa – cada día se nos presentan en la bandeja tantas opciones”. Y entonces, se pregunta, “¿cómo hago para hacer la voluntad de Dios?”. Pidiendo la “gracia” de querer hacerla.
“¿Yo rezo para que el Señor me de las ganas de hacer su voluntad, o busco compromisos porque tengo miedo de la voluntad de Dios? Otra cosa: rezar para conocer la voluntad de Dios sobre mi y sobre mi vida, sobre la decisión que debo tomar ahora … muchas cosas. Sobre el modo de gestionar las cosas …”
“La oración para querer hacer la voluntad de Dios, y oración para conocer la voluntad de Dios. Y cuando conozco la voluntad de Dios, también la oración, por tercera vez: para hacerla. Para cumplir esa voluntad, que no es la mía, que es la de Él. Y no es fácil”.
Por tanto, resume Francisco, “rezar para tener ganas de seguir la voluntad de Dios, rezar para conocer la voluntad de Dios y rezar – una vez conocida – para seguir adelante con la voluntad de Dios”.
“Que el Señor nos de la gracia, a todos nosotros, de que un día pueda decir de nosotros lo que dijo a ese grupo, de esa muchedumbre, que le seguía, los que estaban sentados en torno a Él, como hemos oído en el Evangelio: ‘Estos son mi madre y mis hermanos. El que hace la voluntad de Dios, este es para mí hermano, hermana y madre”. Hacer la voluntad de Dios nos hace formar parte de la familia de Jesús, nos hace madre, padre, hermana, hermano”
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