A principios de este año visite una ciudad de Texas, USA y
me propuse un día asistir entre semana a la Santa Misa a un templo de católicos
coreanos.
Era el único mexicano entre los asistentes hermanos
católicos coreanos. No entendí una sola palabra de su idioma por desconocerlo
yo totalmente; no obstante, me sentí plenamente integrado con ellos en la
liturgia eucarística.
Era como si estuviera participando en la Misa de mi
parroquia católica en México. Por ejemplo, si veía que los fieles oraban y se
golpeaban el pecho era el "Yo Pecador". Si se ponían de pie y se
persignaban, era la proclamación del Evangelio que yo sabía cuál era, así como
la primera lectura de la Biblia por ser la misma en todas las Misas de ese día
en el mundo.
Capte cuando oraban con el Padre Nuestro y pase a recibir la
sagrada Eucaristía (colocada en la mano del comulgante). El coro de jovenes
coreanas cantaban con mucho fervor, por que se dibujaba en sus rostros y sus
bonitos ojos orientales. La música tenía marcada cadencia alegre espiritual,
aunque no entendiera la letra. A la hora del saludo de la paz lo recibí de los
hermanos coreanos lógicamente en su idioma y yo les respondí en español. Ellos,
su saludo lo acompañaron con una sonrisa que yo les correspondí. La ofrenda se
deposita en una canasta al pie del altar y luego con mucho orden, banca por
banca, cada fiel deposita su ofrenda y regresa a su asiento.
Medité en lo sublime y ordenada que es la liturgia católica.
Pensé: si yo fuera protestante mexicano y asisto a un templo protestante
coreano, no me sentiría en absoluto integrado al culto allí realizado, ya que
el pastor coreano predicaría lo que se le ocurriera o fuera su especialidad y
las actitudes físicas de los fieles serían distintas a las de mi templo
protestante mexicano. Esto debido a que los protestantes no tienen un calendario
litúrgico único universal como el que existe en la Iglesia católica.
Observé, que al momento de la predicación de la homilía, en
una pantalla se proyecta en los caracteres coreanos las referencias de dicha
predicación. También en cada respaldo de las bancas hay pequeños letreros que
creo eran avisos como en mi parroquia de no dañar el tapiz de los
reclinatorios.
Después de la Misa coreana, en casa hubo quien me preguntó
por qué quise asistir a una Misa en un idioma extranjero tan diferente al mío. Entre
otros conceptos les comenté: para sentir la hermosura de mi fe y liturgia
católica universal o católica y compartir con mis hermanos de otra raza e
idioma nuestra misma adoración a la Santísima Trinidad.
El templo de referencia está consagrado a los Mártires
coreanos que dieron su vida a fines del siglo XIX en defensa de su fe católica.
Sugiero a mis hermanos católicos, que cuando tengan una
oportunidad semejante a la que aquí comento, no dejen de participar. A un lado
del Altar está la imagen de un mártir coreano.
Dios los bendiga.
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