El mundo es testigo presencial de cómo a nuestra Iglesia se
le ataca por todos los frentes. Las palabras de la Iglesia no valen para los
enemigos del catolicismo. ¿Enemigos? Al ingenuo, al que vive en una burbuja
intelectual, le costará creer que la Iglesia fundada por Cristo tiene enemigos.
Claro, nadie lo dirá explícitamente. Nadie reconocerá abierta y formalmente que
quiere destruir a la Iglesia católica, pero las palabras sobran y los hechos
son demasiado elocuentes. Veamos:
¿CÓMO SE ATACA A LA IGLESIA?
La respuesta salta a la vista: con la mentira, con la
propaganda falsa. Citemos tres botones de muestra:
•La mayoría de la gente cree que Galileo Galilei (1564 -
1642) murió quemado en la hoguera por el "terrible" Tribunal del
Santo Oficio (conocido como inquisición). Sin embargo, pocos saben que este
científico murió cómodamente en su cama y asistido espiritualmente por un
sacerdote. Galileo nunca renegó de su fe.
•Otros creen que el famoso médico español Miguel de Servet
(1511 - 1553), uno de los padres de la Anatomía moderna, fue otra víctima de la
inquisición católica. Pero esto es completamente falso: Servet, un ferviente
católico, fue incinerado por la inquisición protestante, concretamente por la
instaurada por Calvino (1509 - 1564) en la ciudad de Ginebra. ¿Inquisición
protestante? ¿Existió una inquisición protestante? La verdad es que casi nadie
lo sabe, la mayoría de la gente asocia la palabra "inquisición" única
y exclusivamente con la Iglesia católica.
•Se habla de las "matanzas" propiciadas por los
conquistadores españoles en América y amparadas por la Iglesia católica. ¿Y
poco o nada se dice respecto de la conquista anglosajona, apoyada por la
Iglesia anglicana? La verdad es que, si se examina bien la historia, se puede
concluir que la mayoría de los indios de Sudamérica no murieron en combates
militares, sino producto de enfermedades venéreas, del alcoholismo, etc.; y, en
todo caso, en muchísima menor cantidad que los de Norteamérica. Los indios del
norte, en efecto, no eran bautizados, no eran objeto de evangelización, porque
no se les consideraba dignos de ser cristianos; simplemente, se les mataba o
esclavizaba. En cambio, a los indios del sur se les bautizaba (en la medida que
quisieran), se les preparaba en el catecismo para recibir la Eucaristía, etc.
Y, precisamente, tanto se preocupó la monarquía española por el buen trato que
debía dársele a estos indios, que se crearon instituciones especiales como el
Consejo de Indias, y un prolífico conjunto de normas jurídicas que se llamó
"Derecho Indiano". Recuérdese a Bartolomé de Las Casas (1484 - 1566)
y a Francisco de Vitoria (1486 - 1546), grandes teólogos católicos que abogaron
por el respeto a los derechos de los indígenas.
Pero cuando se celebraron los 500 años de la llegada de
Colón al nuevo mundo (en 1992) todos los dardos apuntaron a la Iglesia romana.
El mundo no celebró la llegada del cristianismo a estas tierras, sino "los
graves abusos cometidos por los españoles de la mano de sacerdotes y
religiosos".
¿QUIÉNES ATACAN A LA IGLESIA CATÓLICA?
Señalemos, entre otros, a los siguientes grupos:
•El Protestantismo y las Sectas derivadas del mismo.
Puede decirse que en la era moderna, los ataques contra nuestra
Iglesia comenzaron con el mundo protestante, con la reforma luterana. Los
llamados "evangélicos" echaron a rodar la "leyenda negra"
de la "sangrienta" conquista española y de la "inhumana"
inquisición de Torquemada.
El protestantismo, a diferencia de la Iglesia Católica,
sostiene que para salvarse, para alcanzar la vida eterna, sólo basta la fe;
pero una fe exclusivamente entendida como "sentimiento", como
adhesión subjetiva a Cristo.
Esta tendencia religiosa fue la semilla del
"relativismo intelectual" al afirmar que cada uno debe
"interpretar" la Biblia a su manera, sin pasar por el cedazo del
Magisterio Papal, como siempre se creyó. Recordemos que Jesús designó a Pedro
como la cabeza de su Iglesia y le dio las llaves del reino de los cielos;
citemos este pasaje:
" Y yo te digo que tu eres Pedro y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te
daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto ates en la tierra será atado
en la tierra, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los
cielos" (Mateo 16, 18-19).
Esta cita bíblica revela claramente que Cristo: 1º fundó una
Iglesia, 2º que designó un jefe, a Pedro, 3º que le dio las llaves del reino de
los cielos, y 4º que le confirió los poderes de atar y desatar; es decir, de
enseñar con verdad su mensaje sobre esta tierra.
Y es lógico que el Señor se asegurara de designar a una
persona como la encargada de hablar con autoridad sobre lo que Él enseñó
mientras recorrió las tierras de Palestina. Y, a mayor abundamiento, podemos
decir que Jesús le encomendó a los apóstoles, quienes conformaron el primer
colegio episcopal, que enseñaran su doctrina por todo el mundo; en efecto, antes
de ascender al cielo les dijo:
"Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar
todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estaré con vosotros todos los días
hasta el final del mundo" (Mateo 28, 19-20).
Obviamente, Cristo hace referencia no sólo a los apóstoles
en cuanto tales (como personas individuales), sino además a sus sucesores,
porque aquellos no podrían vivir "hasta el final del mundo". De ahí
la necesidad de que los apóstoles se preocuparan de designar sucesores, de
nombrar personas que heredaran los poderes transmitidos por el Señor. El
sucesor de Pedro es el Papa y los sucesores de los apóstoles son los obispos.
Las citas bíblicas anteriores son, entre otras, el
fundamento teológico del Magisterio Infalible del Papa. ¿Qué quiere decir esto?
Significa que cuando el Romano Pontífice enseña sobre un asunto de fe o de
moral, apoyándose en el Evangelio de Cristo y hablando como maestro de la
Iglesia universal, está exento de error. Por eso, los católicos decimos que el
Papa es el Vicario de Cristo en la tierra, es decir, su representante directo.
En otras palabras, cuando el Papa habla, es el mismo Cristo el que nos habla.
¿Y cómo se produce esto? Porque el Papa está asistido por el Espíritu Santo.
Recordemos que después de la ascensión del Señor al cielo se produce un hecho
maravilloso: el día de Pentecostés, en que el Espíritu Santo desciende sobre
los apóstoles y ellos comienzan a hablar en varias lenguas, siendo capaces de
bautizar a miles de personas pertenecientes a distintos pueblos (Hechos, 2,
1-13).
Si no existiera alguien que expresara con verdad lo que
enseñó Cristo, en la práctica no existiría UNA enseñanza de Cristo, sino
"muchas". Y "muchas" es lo mismo que ninguna. Y si así
fuere, si cada uno -como sostiene el protestantismo- pudiera interpretar la
Palabra de Dios a su antojo, no tendría sentido la venida de Cristo a la
Tierra. No resulta razonable que el Señor quiera que su mensaje se interprete
de diferentes maneras y, en algunos casos, de formas diametralmente opuestas.
Cristo se presentó a sí mismo como "el Camino, la Verdad y la Vida"
(Juan 14, 6), no dijo que enseñaba un "camino" o una
"verdad" para que cada uno los interprete como más le acomode. De ahí
la importancia de que los católicos seamos fieles seguidores de las enseñanzas
del Santo Padre, porque ellas son el reflejo, en el mundo que nos toca vivir,
de la misma doctrina de Nuestro Señor.
Y el protestantismo no ha cesado de atacar a la Iglesia. En
Estados Unidos, donde es mayoría, los miembros de esta tendencia religiosa han
sido los paladines de organizadas y millonarias denuncias, algunas ciertas y
muchas de ellas falsas, contra sacerdotes que han cometido abusos sexuales. Se
le ha hecho creer a la opinión pública Norteamericana (y mundial) que la
pedofilia es una desviación sexual que sólo se presenta entre sacerdotes
católicos y, por consiguiente, nunca entre los ministros de las iglesias
evangélicas. Y, lo que es peor, se ha conectado tal perversión con el celibato
apostólico, el mismo que fue seguido por Cristo, por San Juan y por el apóstol
Pablo; celibato que fue reconocido por el Señor (Mateo 19, 12) y recomendado
vivamente por Pablo como una manifestación excelsa de amor y entrega indivisa a
Dios (1 Corintios 7, 25-18, 1 Corintios 32-34).
•EL RACIONALISMO
Los libros de historia indefectiblemente enseñan a los niños
en el colegio que el siglo XVIII es el "Siglo de las Luces" y que la
"Edad Media" es un período de "oscurantismo". Esta es la
propaganda racionalista, enemiga de la fe, y que tuvo como sus mentores a
Rosseau (1712-1778) y a Voltaire (1694-1778), entre muchos otros.
Los racionalistas creen que la verdad se alcanza sólo con la
ayuda de la razón. La fe es una especie de "sabiduría de niños o de
ignorantes". La sabiduría debe venir exclusivamente desde el campo de la
razón, de la inteligencia. Se señala, con mentira, que la Iglesia es enemiga de
la ciencia. Se usa para fundamentar tal aserto el ejemplo de Galileo y de la inquisición
(al igual que los protestantes); también acuden con frecuencia al caso de
Giordano Bruno (1548 - 1600).
Señalemos que en la Edad Media la Iglesia católica fundó la
universidad. Además, apoyó el desarrollo de la astronomía, de las matemáticas y
de las artes. En este período nació el Gótico, uno de los más grandes y
maravillosos fenómenos de la historia del arte y de la arquitectura (piénsese
en las catedrales). En la Edad Media, por otra parte, surgieron genios de la
filosofía como Santo Tomás de Aquino (1225 - 1274), entre otros.
En el Medioevo la sociedad toda, el mundo civil, giraba en
torno a Dios y manifestaba una profunda fe en Jesucristo. La gente común de la
Edad Media, hasta el más ignorante, tenía mucha más cultura teológica que el promedio
de la población actual. Ahora la gente apenas sabe persignarse y entrar con
dignidada una iglesia (p. ej.: era inconcebible, en esos tiempos, que alguien
no hiciera una genuflexión -que doble la rodilla derecha hasta el suelo- ante
el Sagrario).
En la Edad Media, en fin, se produjeron grandes avances en
materia agrícola, minera y mercantil. Por ejemplo, nació el Derecho Comercial,
los bancos, la vida financiera como la conocemos hoy. Sería largo enumerar y
explicar las proezas que encierra esta etapa de la historia de la humanidad. No
es casualidad que para la mayoría de los historiadores el Medioevo sea uno de
los períodos más cautivantes y dignos de ser estudiado. Tampoco lo es que el
que es considerado, por muchos, como el más grande escritor del siglo XX,
J.R.R. Tolkien (1892-1973), se haya inspirado en dicho período para escribir su
obra cumbre. "El Señor de los Anillos".
Lo cierto es que los racionalistas tenían que desprestigiar
a la Iglesia a fin de poder imponer sus ideas. Esta escuela de pensamiento
sostuvo que el hombre es capaz de conocer plenamente la naturaleza sin
necesidad de recurrir a elementos supracionales, como la fe. Proclamó la teoría
del "progreso indefinido", según la cual el mundo, gracias a los
"gigantescos" avances de la ciencia y de la técnica y sin necesidad
de normas religiosas (dogmáticas o morales), llegaría en corto tiempo a
construir una "sociedad perfecta", de "hombres felices y
buenos", tal como lo fueron en su "estado de naturaleza"
(original), antes de que surgiera la propiedad privada y la religión.
Sin embargo, la consabida teoría del "progreso
indefinido" no ha sido más que una broma de tiempos pasados: las
injusticias sociales del siglo XIX, las dos guerras mundiales del siglo XX, los
totalitarismos, la manipulación genética, el aborto, etc., son sólo algunos
ejemplos de que el transcurso del tiempo, con su consiguiente avance en el plano
técnico, no necesariamente implica un progreso integral para el ser humano.
Esta teoría del "progreso indefinido" encerra, por
lo demás, una utopía, la búsqueda de un "paraíso en la tierra". La
conquista de una felicidad, prescindiendo de Dios y de la religión, particularmente
del credo católico.
Pero los racionalistas no negaron formalmente a Dios, se
limitaron a señalar que es imposible saber de su existencia. De este modo,
inauguraron una doctrina llamada "agnosticismo" (del griego:
"a" que significa sin y "gnosis" que quiere decir
conocimiento). El agnosticismo, en efecto, es la escuela filosófica que niega
la posibilidad de conocer a Dios. Por lo tanto, el hombre debe vivir lejos de
Dios, debe vivir como si Dios no existiera. Esto es lo que Juan Pablo II ha
llamado "ateísmo práctico".
Una institución que nació en este contexto de pensamiento
fue la Masonería, de cuya historia no hablaremos en este breve espacio, pero
que ha propiciado el denominado "laicismo", es decir, una separación
o aislamiento de la Iglesia católica de la vida civil. Para la Masonería, la
Iglesia católica debe ser excluida del mapa social, los obispos o sacerdotes
católicos no pueden inmiscuirse en el ámbito de lo público. Sin embargo, y
contradictoriamente, ellos se declaran grandes defensores de la
"tolerancia" y del "pluralismo", claro que para defender
sus propias posturas, ya que no aceptan que eso mismo lo haga la Iglesia.
El racionalismo y la Masonería fueron los impulsores de la
Revolución Francesa, fenómeno que se erigió en defensa de los "derechos
del hombre y del ciudadano" y, no obstante ello, es considerado como uno
de los más grandes reinos del terror de que se tenga conocimiento en la
historia. En este proceso histórico murieron más personas (monárquicos católicos,
millares de sacerdotes y obispos) que en los cinco siglos de la inquisición
española. Y, sin embargo, en Francia todos los años se celebra este proceso
histórico como un ejemplo de democracia y de respeto a los derechos humanos.
¡Que ironía!
El racionalismo sigue, en nuestro tiempos, persiguiendo a la
Iglesia católica. Se le niega a los obispos el derecho a expresar sus puntos de
vista en el ámbito de lo público. Se habla de "separación
Iglesia-Estado", pero separación no es lo mismo que "anulación".
Nuestra Iglesia, como cualquier otra entidad, tiene el legítimo derecho de
opinar e influir en las decisiones que se toman en la vida social, sobre todo
cuando ellas se refieren a aspectos éticos. Lo penoso es que muchos católicos
también le niegan esa libertad a su Iglesia.
•EL ATEÍSMO MARXISTA
La utopía racionalista del "progreso indefinido",
que pretendió sustituir la visión cristiana de la Vida Eterna prometida por
Nuestro Señor Jesucristo, dio paso a otra herejía en contra de la Iglesia: el
comunismo.
Esta doctrina, fundada por Karl Marx (1818 - 1883), vino a
prometer un nuevo "paraíso en la tierra", una "sociedad de
hombres iguales y buenos", en la medida en que se sustituyera el régimen
capitalista (modelo impulsado por el racionalismo liberal) por un nuevo sistema
llamado "socialismo", una visión en que el ser humano, el individuo,
pase a ser un engranaje de la maquinaria social. La persona debería estar al
servicio de la sociedad, del Estado; y la libertad individual quedar relegada a
un último plano. Lo único que importa, bajo esta ideología, es la consecución
de una "sociedad igualitaria y justa".
Y también combatió a la religión, particularmente a la
católica, porque se consideraba que la fe religiosa era parte de la
"infraestructura" social sobre la que se sustentaba el sistema
burgués. El hecho de que la gente creyera en Dios y en un más allá haría
inviable que se esfuerce por construir un "más acá", "perfecto"
y lleno de "felicidad".
El marxismo no negó, como el racionalismo, la posibilidad de
conocer a Dios (agnosticismo), sino que negó derechamente su existencia
(ateísmo teórico). Combatir la religión fue parte de su "dictadura del
proletariado", de su destrucción del "sistema explotador propiciado
por el capitalismo". La Iglesia católica se considera, para esta
ideología, como cómplice de las injusticias sociales y de las desigualdades
entre los hombres.
¿Y qué pasó en la práctica? Otra vez se construyó un orden
social prescindiendo del Creador. ¿Las consecuencias?: más pobreza, más atraso
social, más injusticias, total falta de libertad, y una cantidad enorme (40
millones) de muertos. Los derechos humanos ni siquiera fueron una bandera
oficial para los comunistas (a diferencia del racionalismo); los países de la
órbita soviética fueron los únicos que se negaron a firmar la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, proclamada por las Naciones Unidas en 1948.
¿Por qué? Porque, para ellos, era una farsa del mundo capitalista. Sólo
enarbolaron la bandera de los "derechos humanos" en los países en que
pasaron a ser víctimas después de haber sido victimarios. Pero jamás han
levantado la voz por las violaciones a los derechos humanos que se han
producido en los países regidos bajo su ideología.
Pero el comunismo se cayó sólo. Su economía se construyó
sobre bases antinaturales (contrarias a la libertad). Y no pudo impedir que
enormes masas de personas siguieran creyendo en Dios y amando a Jesucristo.
Ejemplo en este campo es el Papa Juan Pablo II, quien en su Polonia natal dio
una fuerte batalla contra el sistema imperante y a favor de la libertad religiosa
del pueblo católico.
Los otrora comunistas y socialistas, hoy
"renovados", constituyen uno de los grupos que más atacan a la
Iglesia católica. Son los principales defensores de la destrucción del familia
por medio de una escalada de leyes: 1º divorcio, 2º aborto, 3º matrimonio
homosexual, 4º eutanasia, etc. La idea, ahora, es destruir los valores
cristianos desde adentro, socavando la mentalidad cristiana de la sociedad. Ya
no se trata de "prohibir" el cristianismo en forma violenta y
autoritaria, como lo hiciera el comunismo, sino de provocar en la gente un
rechazo a las ideas del Evangelio. El primer paso es la ley de divorcio. Veamos
lo que pasa en España o Italia, países tradicionalmente católicos; en esos
lugares las iglesias son "piezas de museo", ellas están llenas de turistas
tomando fotos, pero no se ve a casi nadie rezando. Las basílicas de Roma ni
siquiera tienen bancas y rara vez en ellas se celebran misas.
Un católico consecuente debe ser dócil a las enseñanzas de
la Iglesia, obviamente que las debe estudiar y razonar. Pero las debe aceptar,
porque tienen (todas ellas, sin excepción) un fundamento bíblico y filosófico.
¿Cuántos católicos leen las encíclicas y documentos del Santo Padre? ¿Cuántos y
con qué profundidad estudian el Catecismo? Se enteran de las palabras del Papa
"gracias" a periodistas que, la mayoría de las veces, tergiversan y
sacan fuera de contexto sus dichos. Pero sí leen, y a veces con gran
entusiasmo, libros esotéricos, "orientalistas", de
"filosofías" abiertamente anticristianas. Y esto nos lleva a decir
algunas palabras sobre una última amenaza para la construcción del Reino de
Cristo, amenaza que podemos resumir bajo la denominación de "Nueva
Era".
•LA "NUEVA ERA"
Como si el ateísmo marxista no hubiera bastado, ahora nos
acechan otras doctrinas que pretenden destruir al cristianismo y especialmente
a nuestra Iglesia, doctrinas que en conjunto se pueden llamar "Nueva
Era" o "New Age" (en inglés).
La "Nueva Era" sería otro "paraíso en la
tierra", el paso de la "Era de Piscis" a la "Era de Acuario".
La "Era de Piscis" estaría agotada, representa los 2000 años de
cristianismo. Y este largo período debe ser sustituido por una "visión
cósmica", que integre "sabidurías" diversas (p. ej.: budismo, teosofía,
antroposofía, etc.).
Cabe señalar que el pez fue el símbolo de los primeros
cristianos, las catacumbas romanas están llenas de estas señales. Esto por
varias razones: 1º Cristo fundó su iglesia sobre la base de un pescador: Pedro,
2º Lo nombró "pescador de hombres" (Mateo, 18-20), 3º La palabra "pez"
en griego se escribe "ixtus", sinónimo de Cristo (Jesús es el Pez que
nos alimenta), 4º Cristo multiplicaba los peces ( y los panes) para dar de
comer a los hambrientos (p. ej.: Mateo 14, 13-21), que somos nosotros desde un
punto de vista espiritual.
El "acuario" no es otra cosa que el encierro de
este Pez, la anulación de Cristo. ¿Cómo se hace esto? Se promueve la idea de
que Cristo no es Dios hecho hombre, como dice la Biblia; no es la Segunda
Persona de la Santísima Trinidad -el Hijo- que se encarna para traernos la Vida
Eterna, sino que es un "iniciado", un "gurú", un simple
"maestro" espiritual al nivel de Buda o Confucio. Nada más.
Lo que se quiere difundir es que la salvación del hombre no
pasa por Cristo, como Él dijo. Recordemos que Él señaló que es "el Camino,
la Verdad y la Vida" (Juan 14, 6). Además, el Evangelio expresa
explícitamente que Cristo es nuestro redentor; desde el principio del Nuevo
Testamento esto se señala con meridiana claridad: por ejemplo, San José, su
padre en la tierra, se entera en sueños que el hijo esperado por María
"salvará a su pueblo de sus pecados" (Mateo 1, 21). Lo que se enseña
en el "New Age", en definitiva, es que el hombre se salva solo, sin
necesidad de acudir a Cristo o a un Dios trascendente.
Y otra vez estamos en presencia de una doctrina que
prescinde de Cristo y de Dios . Pero ojo: los partidarios de esta doctrina
hablan de Cristo, incluso con "admiración" (esto es una estrategia
para engañar a los cristianos), y también hablan de Dios. Pero el Cristo del
que hablan no es el verdadero, no es el revelado por su Padre en el Evangelio,
no es el Hijo de Dios, no es nuestro Redentor. Y el Dios que mencionan no es el
Creador del universo, no es un Dios personal (racional) que nos ama; para esta
doctrina el universo nunca fue creado por un Ser Superior, jamás tuvo un
comienzo de la nada y si lo tuvo fue producto del azar evolutivo. Dios se
identifica con el mundo, con la materia, Dios se reduce a una "energía
cósmica".
La "Nueva Era" acepta un conjunto de doctrinas
claramente contrarias a las enseñanzas de Nuestro Señor (p. ej.: la
reencarnación). No tenemos tiempo, ahora, para abordar a fondo este tema.
Solamente digamos que la reencarnación se opone, desde varios puntos de vista,
a la doctrina cristiana; enumeremos sólo cinco aspectos:
•Identifica a Dios con el mundo, lo que se llama panteísmo
(del griego "pan" que significa todo y "teo" que quiere
decir Dios), es decir, no considera que el mundo fue creado por Dios "ex
nihilo" (de la nada).
•Tiene una concepción del hombre pagana: el cuerpo es una
"cárcel" del alma y no estima, como el cristianismo, que entre cuerpo
y alma existe una unidad sustancial o indisoluble. Además, desarrolla una
interpretación "curiosa" y bastante superficial, por decir lo menos,
de los conceptos de "cuerpo" y "alma": Veamos:
•Cuerpo no es sinónimo de "sustancia sensible", de
lo material. Se entiende éste como "fuente de energía", como
"principio vital"; así por ejemplo, la Antroposofía, fundada por
Rudolf Steiner (1861 - 1925), habla de "cuerpo astral" para
identificar el origen de la vida animal. Lo anterior es un error craso, puesto
que -por definición- lo que da vida a los seres vivos, incluidos los animales,
no es el cuerpo, sino el alma; esta palabra viene del latín "anima"
que significa "lo que da vida o mueve a los entes vivientes".
•Y el alma es para la Antroposofía el "Karma", la
teoría de que nuestra acciones, buenas o malas, determinan nuestra existencia
futura, nuestra siguiente y nueva vida, en otro cuerpo "yoístico".
¿Es esto filosofía? ¡Por favor! Esto no es más que charlatanería barata.
Aristóteles (384-324 a. C) se debe estar revolcando en su tumba.
•No cree en el más allá, en una vida después de la vida, en
el cielo. Nuestro "karma" nos llevará por sucesivas "vidas"
hasta que alcancemos un estado de perfección o "nirvana", en el que
NO viviremos junto a Dios, sino en un estado de perenne placer extrasensorial
SIN Dios. A este respecto no está demás recordar lo que dice San Pablo: "Está
establecido que los hombres mueren una sola vez, y después viene el
juicio" (Hebreos 9, 27).
•Niega la doctrina de la resurrección de la carne,
proclamada por Cristo y enseñada magistralmente por San Pablo (véase, por
ejemplo: 1 Corintios 15, 12-58). Además, Cristo resucitó corporalmente, le
mostró sus llagas al incrédulo de Tomás (Juan 20, 26-29).
•No existe la oración desde un "yo" a un
"Tú", es decir, no se trata de hablar con Dios, con un Ser Superior y
que nos trasciende. Se promueve una "meditación" egocéntrica, una
meditación que profundiza en el "yo" interno; se trata de un monólogo
en vez de un diálogo. Y no se habla con Dios, porque -en el fondo- Dios no
existe, ya que éste se identifica con la naturaleza física (panteísmo).
Sobre este tema de la "Nueva Era" podemos hablar
mucho rato más. Pero el tiempo apremia. Espero que, con este breve barniz,
podamos reflexionar sobre los peligros a que nos vemos enfrentados, tanto como
Iglesia como en cuanto personas individuales. Recordemos que Nuestro Señor nos
advirtió de la venida de "falsos profetas"; vale la pena citar sus
palabras: "Guardaos de los falsos profetas, que vienen a nosotros
disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces" (Mateo 7, 15)
CONCLUSIÓN: ¿Y LOS CATÓLICOS?
Y, a modo de conclusión, digamos que lo peor y más penoso de
todo es que los mismos católicos atacan a su propia Iglesia, éstos son los
principales cómplices de todas las doctrinas anteriormente analizadas. El
católico consecuente, el que adhiere firmemente al Magisterio Eclesial, es
criticado y tachado de "fanático" por otros miembros de la Iglesia.
MUCHOS CATÓLICOS TAMBIÉN QUIEREN:
1.Un Evangelio interpretado a su manera, como promovió el
protestantismo.
2.Una vida guiada sólo por la razón y alejada de Dios, como
proclamó el racionalismo.
3.Una sociedad que desprecie a la religión, como la
instaurada por el comunismo.
4.Un Dios impersonal, que no interpele, que no hable al
oído, que no juzgue mis actos; como enseña la "Nueva Era".
¿Qué actitud debemos tener los católicos frente a todos
ataques a Nuestra Madre la Iglesia? Esta puede ser de tres tipos:
a. Indiferencia: Aplicar el consabido "no estoy ni
ahí" y vivir "mi metro cuadrado". Es la misma actitud de quienes
no reconocieron a Jesús como el Mesías.
b. Fatalismo: Consiste en sentirse incapaz de cambiar la
realidad. Es decir, por ejemplo, "la ley de divorcio va a salir igual,
para que oponerse tanto". El fatalista es un ser desesperanzado, que se
resigna ante la realidad y no lucha por mejorarla.
c. Realismo: Es el justo medio: no dejarse llevar ni por un
optimismo ingenuo ni tampoco por un pesimismo fatalista. Este ser humano confía
en las capacidades del hombre y lucha por superar las crisis que afectan a la
verdad.
Esta última debe ser nuestra actitud: como Moisés no debemos
bajar los brazos frente a la oleada de ataques de que es víctima nuestra
Iglesia. Debemos defenderla, pero siempre partiendo por nuestra coherencia
personal y no cediendo ni un centímetro ante la tentación fácil que nos ofrece
el "supermercado espiritual" de nuestros días. Nuestro norte debe ser
Jesucristo, el del Evangelio y no el enseñado por supuestos gurús o seudo
filósofos. Este es el heroísmo a que nos llama Dios, este puede ser el primer
paso para una vida de santidad en este mundo.
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