De la casa a la universidad, de la universidad al trabajo, del trabajo al gym, del gym a un cumpleaños y a ver en qué hueco puedes meter la misa, el rosario o la adoración al Santísimo –¿por la mañana?, 
¿en la noche?, ¿en el bus?–. Tenemos muchas responsabilidades, eventos, intereses, hobbies y parece que las 24 horas del día no nos alcanzan para llegar a todo. Hoy en día, nuestra sociedad va a mil por hora con cada vez más oportunidades, ofertas y descubrimientos que nos llaman la atención. Claramente no nos queremos quedar atrás. Por eso quise hacer esta lista, para mostrarte cuáles han sido los descubrimientos que han permitido que mi relación con Dios sea parte importante de mi vida.
¿en la noche?, ¿en el bus?–. Tenemos muchas responsabilidades, eventos, intereses, hobbies y parece que las 24 horas del día no nos alcanzan para llegar a todo. Hoy en día, nuestra sociedad va a mil por hora con cada vez más oportunidades, ofertas y descubrimientos que nos llaman la atención. Claramente no nos queremos quedar atrás. Por eso quise hacer esta lista, para mostrarte cuáles han sido los descubrimientos que han permitido que mi relación con Dios sea parte importante de mi vida.
1. No solo se trata de organización

Para
 un cristiano del siglo XXI, la única manera de poder hacer tiempo para 
Dios es organizándose, y reservando en su horario unos minutos para 
alguna actividad piadosa –tiene que ser por la mañana porque o sino 
imposible–. Es cierto que el organizarse para poder alcanzar a alguna 
misa o rezar una novena o un rosario ya constituye un reto, pero lo 
verdaderamente difícil es que, al llegar a esos ratos reservados, logres entablar un diálogo con Dios en medio de tanto ajetreo.
Imagínate
 la siguiente escena: este es un chico joven que estudia derecho, tiene 
muy buenas notas y acaba de entrar a un gran bufete de abogados. Estudia
 mucho y trabaja muy duro pero sabe que lo primero es lo primero y cuida
 muy bien de su familia y amigos…
2. Definitivamente es una historia de amor

Un
 día este chico conoce a la chica perfecta. Él se enamora perdidamente 
de ella y quiere conocerla mejor, con lo cual le propone tomarse un café
 todos los días justo después de comer y antes de regresar a su trabajo.
 Los dos comienzan a verse, pero resulta que siempre que se ven a él o 
le suena el teléfono, o está algo nervioso por algún trabajo pendiente 
de la uni,  sabe que tiene mucho trabajo al llegar al bufete, etc. Si 
bien llegan a verse todos los días, el tiempo que se han dedicado no es 
suficiente para que él pueda encontrarse con ella. Conversan sobre su día a día, pero la situación no es necesariamente propicia para conocerse y  poder decirse cuánto se quieren.
En
 efecto, la vida hoy es muy agitada y a veces no nos permite hacer 
silencio para escuchar, tiempo para conocer o tener paz para amar. Para 
que el diálogo con una persona fluya y te acerque ella, debe ser sereno, personal y dedicado.
 El ruido –tanto externo como interno– es el primer obstáculo para 
escuchar a quien tenemos enfrente. Si a veces no tenemos tiempo para 
mantener este tipo de diálogo con las personas que tenemos muy cerca y 
queremos (como el chico y la chica de la escena anterior),  ¿cuánto más 
difícil se nos puede hacer dialogar con Dios cuando lo único que tenemos
 son los 30 minutos de la misa?
Es verdad que es muy útil y necesario reservar
 diariamente un poco de tiempo para el Señor, pero puede ser que aún 
consiguiéndolo, no logres orar y encontrarte con Él todos los días. ¿Qué
 hacer?  Haz de tu día una oración. Invita al Señor a cada momento de tu vida: a tu estudio, a tu trabajo, a tus fiestas, a tu café con esa chica…
3. Se trata de tener una mirada distinta…

Se
 trata de tener una mirada distinta sobre cada uno de los 
acontecimientos que llenarán hoy tu día. Pídele al Señor que te acompañe
 a realizar cada una de tus obligaciones y diversiones para su gloria y 
el bien de los demás. Buscar que tu corazón esté en silencio todo el 
día, atento a los guiños  que tiene Dios con nosotros en cada momento.
4. Y de pedirle ayuda a Dios…

¿Cómo
 lo logro? Pídeselo a Él. Pídele que te enseñe a orar en libertad y 
confiando en Él, que te de la gracia para no olvidar hacerle un hueco en
 tu ajetreado día y que te enseñe a reconocer en tu día a día los 
pequeños eventos en los que Él intenta encontrarte, no olvides que al 
fin y al cabo, es Él quien desesperadamente quiere decirte cuanto te quiere. De ti, solo necesita tu atención.
En
 conclusión, es vivir cada día un silencio que me permita escucharlo. 
Tal vez te puede hacer falta dedicarle más tiempo de tu día o asistir a 
algún retiro que te ayude a recuperar ese silencio, pero en definitiva, 
es vivir cada día en la paz interior que le permite encontrarse con nosotros.
Me gustaría saber, ¿cómo ha sido la historia de tu relación con Dios?
 
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