
Francisco invita a "bajar de la montaña" y encontrarse con los pobres
"Jesús no tenía una cátedra o un púlpito fijos, sino que era un maestro itinerante"
(Jesús Bastante).- Francisco regresó a la plaza de san Pedro, tras su semana de ejercicios en Aricca, y lo hizo llamando a los fieles a "escuchar a Jesús", a subir junto a Jesús a la montaña, pero no quedarse ahí, sino "bajar a la llanura, donde nos encontramos con muchos hermanos abrumados por fatigas, injusticias, pobreza material y espiritual".
Muchos fieles en una mañana soleada en el Vaticano. El Papa apareció sonriente y saludando, para recordar la lectura de la Transfiguración y para solicitar a los creyentes que llevaran consigo un Evangelio "en el bolsillo", y que lo leyeran cada día.
"Escuchadle", dijo Dios Padre a los discípulos. "Esta palabra es importante -recordó Francisco-: Dios ha dicho a los apóstoles y también nos dice a nosotros, escuchad a Jesús, porque es mi hijo predilecto. Esto no lo dice el papa, nos lo dice Dios Padre a todos: escuchad a Jesús. No os olvidéis de esto".
Y es que, subrayó, "nosotros, discípulos de Jesús, estamos llamados a ser personas que escuchan su voz y toman en serio sus palabras". "Para escuchar a Jesús, hay que estar cerca de él, seguirlo, como hacían las multitudes del Evangelio que lo seguían por los caminos de Palestina".
Pues "Jesús no tenía una cátedra o un púlpito fijos, sino que era un maestro itinerante que proponía sus enseñanzas a lo largo de los caminos, recorriendo trayectos no siempre previsibles y a veces intransitables. Seguir a Jesús y escucharlo", añadió Bergoglio.
"Pero también escuchemos a Jesús en el Evangelio. Os hago una pregunta: Vosotros, ¿leeis todos los días un pasaje del Evangelio? Sí, no, sí no.... Es importante. ¿Leeis el Evangelio? Es bueno tener un pequeño Evangelio, y llevarlo con nosotros en el bolsillo, el bolso, y leer un pequeño pasaje en cualquier momento del día. Sacad del bolsillo el Evangelio y leed algo. Y allí está Jesús que me habla. Pensad en esto: no es difícil, ni siquiera necesario que sean los cuatro Evangelios. Llevad siempre el Evangelio porque es la Palabra de Jesús", pidió el Papa a los fieles, advirtiéndoles entre sonrisas que el domingo próximo "os lo preguntaré". El párroco del mundo vino, más cura ue nunca, de su retiro en Aricca.
Recordando el pasaje de la Transfiguración, Francisco incidió en dos términos: subida y bajada. "Nosotros -apuntó- tenemos necesidad de aislarnos, de subir a la montaña y encontrarnos a nosotros mismos para percibir mejor la voz del Señor". Pero "no podemos permanecer siempre allí. El encuentro con Dios en la oración nos empuja a descender de la montaña, volver a la llanura, donde encontramos a muchos hermanos apesadumbrados por la pobreza, la angustia y la dificultad. Estamos llamados a compartir con ellos a gracia recibida".
"Es curioso: cuando sentimos la palabra de Jesús y la tenemos en el corazón, esa palabra crece. ¿y sabéis cómo crece? Dándola a los otros, cuando la proclamamos a los demás. Es una misión para toda la Iglesia, para todos nosotros".
Tras el Angelus, Francisco saludó a los grupos de peregrinos (en castellano, a los de Valencia), invitó a todos a participar, este viernes, en un via crucis por las mujeres víctimas del tráfico de personas, y pidió orar por los pasajeros del avión de Malasia y sus familiares.
Texto completo de las palabras del Papa antes del rezo a la Madre de Dios
«Queridos hermanos y hermanas, buenos días:Hoy, el Evangelio nos presenta el evento de la Transfiguración. Es la segunda etapa del camino cuaresmal: la primera, las tentaciones en el desierto, y la segunda: la Transfiguración. Jesús «tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado» (Mt 17, 1). La montaña representa el lugar de la cercanía con Dios y del encuentro íntimo con Él; el lugar de la oración, donde estar ante la presencia del Señor. Allá arriba en la montaña, Jesús se presenta a los tres discípulos transfigurado, luminoso; y luego aparecen Moisés y Elías, conversando con Él. Su rostro es tan resplandeciente y sus vestiduras tan blancas, que Pedro queda deslumbrado hasta querer quedarse allí, casi como para detener ese momento. Pero enseguida resuena desde lo alto la voz del Padre que proclama a Jesús como su Hijo muy querido, diciendo: «Escúchenlo» (v. 5).Es muy importante esta invitación del Padre. Nosotros, los discípulos de Jesús, estamos llamados a ser personas que escuchan su voz y se toman en serio sus palabras. Para escuchar a Jesús, tenemos que seguirlo, tal como hacían las multitudes en el Evangelio, que lo reconocían por las calles de Palestina. Jesús no tenía una cátedra o un púlpito fijos, sino que era un maestro itinerante, que proponía sus enseñanzas a lo largo de las calles, recorriendo distancias no siempre previsibles y, a veces algo incómodas.
De este episodio de la Transfiguración, quisiera señalar dos elementos significativos, que sintetizo en dos palabras: subida y bajada. Tenemos necesidad de apartarnos en un espacio de silencio - de subir a la montaña - para reencontrarnos con nosotros mismos y percibir mejor la voz del Señor.
¡Pero no podemos quedarnos ahí! El encuentro con Dios en la oración nos impulsa nuevamente a «bajar de la montaña» y a volver hacia abajo, a la llanura, donde nos encontramos con muchos hermanos abrumados por fatigas, injusticias, pobreza material y espiritual. A estos hermanos nuestros que están en dificultad, estamos llamados a brindarles los frutos de la experiencia que hemos vivido con Dios, compartiendo con ellos los tesoros de la gracia recibida. Pero, si no hemos estado con Dios, si nuestro corazón no ha sido consolado ¿cómo podremos consolar a otros?Esta misión concierne a toda la Iglesia y es responsabilidad en primer lugar de los Pastores - obispos y sacerdotes - llamados a sumergirse en medio de las necesidades del Pueblo de Dios, acercándose con afecto y ternura, especialmente a los más débiles y pequeños, a los últimos. Pero para cumplir con alegría y disponibilidad esta obra pastoral, los Obispos y los sacerdotes necesitan las oraciones de toda la comunidad cristiana.Dirijámonos ahora a nuestra Madre María, y encomendémonos a su guía para proseguir con fe y generosidad el itinerario de la Cuaresma, aprendiendo un poco más a «subir» con la oración y a «bajar» con la caridad fraterna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario