viernes, 7 de diciembre de 2018

Primera predicación de Adviento del Padre Raniero Cantalamessa: ¡Dios existe!

2018.03.02-Predica-di-Quaresima


Dios está entre nosotros. El Padre Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia, ofreció su primera predicación de Adviento en la Capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico, ante la presencia del Santo Padre y los demás miembros de la Casa Pontificia. El tema de sus reflexiones en preparación a la Navidad fue el versículo del Salmo que reza: “Mi alma tiene sed del Dios vivo”

¡Dios existe!

Tras saludar al Santo Padre, a los Venerables Padres, hermanos y hermanas, que asistieron esta mañana a la Primera predicación de Adviento, el Padre Raniero Cantalamessa destacó ante todo que “en la Iglesia estamos tan presionados por tareas, problemas que afrontar, retos a los que hay que responder”, que hace que se corra el riesgo de perder de vista nuestra relación personal con Dios. Por eso reafirmó que “una relación personal y auténtica con Dios es la primera condición para abordar todas las situaciones y problemas que se presentan, sin perder la paz y la paciencia”.
De manera que tal como el mismo Predicador de la Casa Pontificia explicó, ha querido dejar de lado en estas predicaciones toda referencia a problemas de actualidad, para tratar de hacer lo que Santa Ángela de Foligno recomendaba a sus hijos espirituales, a saber: “Recogernos en unidad y abismar nuestra alma en el infinito que es Dios”. O dicho de otro modo, “hacer un baño matutino de fe, antes de comenzar la jornada de trabajo”.
Por esta razón, el tema de las predicaciones de Adviento será el versículo del Salmo: “Mi alma tiene sed del Dios vivo”. A lo que el Predicador añadió que “los hombres de nuestro tiempo se apasionan buscando señales de la existencia de seres vivos e inteligentes en otros planetas. Es una búsqueda legítima y comprensible – dijo – aunque muy incierta. Pocos, sin embargo, buscan y estudian señales del Ser vivo que ha creado el universo, que entró en él, en su historia, y vive en él”.
Sí, porque como prosiguió diciendo “en Él vivimos, nos movemos y existimos” y, sin embargo, “no nos damos cuenta. Tenemos al Viviente real en medio de nosotros y lo descuidamos para buscar seres vivientes hipotéticos que, en el mejor de los casos, podrían hacer muy poco por nosotros, y ciertamente no salvarnos de la muerte”.

¡Volver a las cosas!

El Padre Cantalamessa recordó asimismo que la Biblia está salpicada de textos que hablan de Dios como del “Dios vivo”, como dice Jeremías, por ejemplo. O “Yo soy el viviente”, como dice el mismo Dios en Ezequiel. Se trata de uno de los salmos más bellos del salterio, escrito durante el exilio, en el que el orante exclama: “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo”. Y también: “Mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo”. A la vez que Pedro, en Cesarea de Filipo, proclama a Jesús “Hijo del Dios vivo”.

Dios, sentimiento de una presencia

El Predicador se preguntó “¿qué significa y cómo se define al Dios vivo?”. A lo que respondió que querer describir al Dios vivo, trazar su perfil, aun basándose en la Biblia, es recaer en el intento de reducir al Dios vivo a una idea del Dios vivo.
Mientras lo que podemos hacer, incluso respecto del Dios vivo, es superar “los tenues signos de reconocimiento que los hombres han trazado sobre su superficie”, romper las pequeñas cáscaras de nuestras ideas de Dios, o las “vasijas de alabastro” en las que lo tenemos encerrado, de modo que su perfume se expanda y “llene la casa”.

Lo divino es una categoría absolutamente distinta

Y añadió que “lo divino es una categoría absolutamente distinta de cualquier otra”, que no puede ser definida, sino sólo aludida; se puede hablar de ella sólo por analogías y contraposiciones. Una imagen que en la Biblia nos habla así de Dios es la roca. Pocos títulos bíblicos son capaces de crear en nosotros un sentimiento tan vivo de Dios – sobre  todo de lo que Dios es para nosotros – como este de Dios-roca.

¡Dios existe y eso basta!

Hacia el final de su predicación, el Padre Raniero Cantalamessa aludió a la fase atormentada de la vida de San Francisco de Asís, que dice que el santo se sintió tan reanimado por las palabras de Cristo que iba repitiendo dentro de sí una exclamación: “¡Francisco, Dios existe y eso basta! ¡Dios existe y eso basta!” .
Por eso concluyó diciendo: “Aprendamos a repetir también nosotros estas sencillas palabras cuando, en la Iglesia o en nuestra vida, nos encontremos con situaciones similares a las de Francisco y muchas nubes se desvanecerán”.

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