sábado, 22 de junio de 2019

Esta mujer vivió durante 54 años alimentada sólo con la Eucaristía





La diócesis de Otranto está examinando las virtudes de Antonietta De Vitis, mística salentina, que recibió los estigmas. Se le atribuyen muchas curaciones extraordinarias

Esta es la historia de una mujer silenciosa, que dejó su vida terrena sin clamores. Pero a la que muchos consideran una “santa”.
Terciaria franciscana, seguidora de San Francisco y San Pío, ligada a Santa Clelia Barbieri, a María Valtorta y sobre todo a la Virgen de Fátima, Antonietta De Vitis, nacida en 1936 en Nociglia (Italia) comenzó su camino de sufrimiento el 19 de marzo de 1950 y volvió al Padre el 19 de junio de 2004.
A los 14 años se ofreció al Señor (“El Señor puso el sello a Su criatura y a los catorce años fui Suya: esposa virgen, llena de vida, con el corazón generoso, dispuesta a ofrecerle todo: incluso la vida en el sufrimiento que quema”, dirá en sus escritos).

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Absorbida por la mucosa de la lengua

Desde 1950 Antonietta deja totalmente de comer y de beber, situación que se prolongó durante toda su vida, transcurrida enteramente en una cama de una humilde casa popular.
Su único alimento cotidiano era la Eucaristía; además, según observó su médico de cabecera (Dr. Arturo Benegiamo), que comprobó la permanente y constante abstinencia de alimento y líquido, no era ingerida, sino como absorbida por la mucosa de la lengua, hasta desaparecer del todo.

Muchas enfermedades y confianza en la oración

Su vida transcurre únicamente entre la oración incesante (particularmente el Rosario) y ofrecimiento al Señor de sí misma y de sus sufrimientos (tuvo numerosas enfermedades: ceguera, tuberculosis, hemorragias, enfisema, etc), hasta el extremo.
Todo en total silencio, lejos de los focos: poquísimos, en vida, la conocieron y muchos menos fueron admitidos a su habitación.
Esa cama se convirtió en la meta de una peregrinación silenciosa de poquísimos amigos e hijos espirituales. No solo laicos. Dos frailes capuchinos la acompañan sin descanso en su itinerario espiritual: padre Colombano Luciani da Fano (hasta los años 70) y padre Candido Sallustio da Molfetta, que se declara su primer hijo espiritual. El 9 de abril de 1970, no por casualidad, Antonietta se convierte en terciaria franciscana.

Los estigmas

En 1969, cuentan las crónicas de su martirio, los estigmas invisibles, que se convierten en herida sanguinolienta tres años después, documentada con certificados médicos (en particular del doctor Benegiamo, su médico de cabecera, presente a diario) y fotos.
Cada sufrimiento es acogido con una sonrisa en los labios y ofrecido al Cielo: “Me inmolo por la Iglesia y por el pueblo de Dios”. Son muchas las visiones místicas: la Virgen, Padre Pío, San Francisco, San Antonio, Santa Clelia, la “hermanita María Valtorta, desconocida hasta que Él mismo me dio su nombre” (Nuovo quotidiano di Puglia, 2012).

“Estoy en mi Jesús…”

Se lee en sus escritos (muchos dirigidos a un párroco al que estaba muy unida, Padre Adalberto Cerusico):
«… estoy en mi Jesús, descanso en Él, sufro en Él, agonizo en Él, segura de que cuanto hay en mi es de mi Jesús, todo Suyo y nada mío. Como la Mamita del Cielo pronuncié el “fiat” al Padre y Él, el Altísimo, realiza grandes cosas en mi porque soy de tierra y me ha vestido de Cielo. Él es mi todo, alimento, bebida, descanso, cansancio, dolor, vida, amor, alegría, dulzura…”

La carta a Wojtyla sobre el clero

Con una carta el 18 de enero de 1984, Antonietta escribía al Papa Juan Pablo II:
«… Lance el S. Padre un llamamiento urgente, como medio de salvación para todos, en público y en privado, para la renovación interior, espiritual, ascética de todo el Clero, de las Órdenes y de las Congregaciones Religiosas, de todos los cristianos comprometidos en sus puestos de trabajo, para que el Clero, los Religiosos y Religiosas, el pueblo de Dios sean testigos en privado y en público, de fe vivida y sincera. Que se vuelva a la fe sencilla, a meditar el evangelio como antes con naturalidad y sencillez, porque para esto se nos ha dado…”

La causa diocesana



Después de 53 años en los que su único alimento fue el Cuerpo de Cristo,volvió al Padre el 19 de junio de 2004 (en la foto, su habitación)
Los diarios y escritos de Antonietta fueron entregados en 2013 al obispo de Otranto Donato Negro, que está examinando a nivel diocesano, las virtudes y los hechos extraordinarios que se refieren a esta mujer.

La malformación que desapareció

Hay testimonios de numerosas curaciones atribuidas a su intercesión. El Nuovo quotidiano di Puglia (12 julio 2018) recoge la más reciente, ya incluida en el dossier que maneja la diócesis.
El presunto milagro se refiere a un niño afectado por una patología congénita gravísima, curable solo con un trasplante de corazón: la mamá, no creyente, comparte el estado de su hijo con una conocida que va al cementerio para rezar en la tumba de Antonietta De Vitis: “yo no creo – advierte esa madre, dejando abierta una puerta a la esperanza – pero si vas donde Antonietta, reza también por mi y por mi niño”.
Después de algunos días, esa madre se despierta sobresaltada, porque ha soñado que Antonietta De Vitis le decía: “Deja de llorar, yo me encargo del niño. Dentro de unos días, además, sucederá algo desagradable, pero no te preocupes”.
Pasan aún unos días y el niño es llevado al hospital “Perrino” de Brindisi, donde se le atiende, y los médicos quedan estupefactos: ya no hay ninguna traza de la malformación, desaparecida sin dejar rastro.

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