lunes, 6 de enero de 2020

Adorar cambia la vida, ¿sabes hacerlo?


POPE EPHIPHANY

El papa Francisco en la homilía de la misa de Epifanía en el Vaticano advierte que “la teología y la eficiencia pastoral valen poco o nada si no se doblan las rodillas”

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“La adoración es un gesto de amor que cambia la vida. Es actuar como los Magos: es traer oro al Señor, para decirle que nada es más precioso que Él; es ofrecerle incienso, para decirle que sólo con Él puede elevarse nuestra vida; es presentarle mirra, con la que se ungían los cuerpos heridos y destrozados, para pedirle a Jesús que socorra a nuestro prójimo que está marginado y sufriendo, porque allí está Él”.
Lo dijo el papa Francisco en su homilía en la Santa Misa que presidió en la Solemnidad de la Epifanía del Señor, este lunes 6 de enero de 2020.

La adoración es un camino hacia el Señor

Comentando el Evangelio de hoy, el Papa señaló que los Magos comienzan manifestando sus intenciones. “La adoración es la finalidad de su viaje, el objetivo de su camino. De hecho, cuando llegaron a Belén, “vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron”.
Si perdemos el sentido de la adoración, perdemos el sentido de movimiento de la vida cristiana, que es un camino hacia el Señor, no hacia nosotros. Es el riesgo del que nos advierte el Evangelio, presentando, junto a los Reyes Magos, unos personajes que no logran adorar”.

Servirnos de Dios en lugar de servir a Dios

Uno de estos personajes que no logra adorar al Señor es el rey Herodes, que usa el verbo adorar, pero de manera engañosa.
“En realidad – precisó el Pontífice – Herodes sólo se adoraba a sí mismo y, por lo tanto, quería deshacerse del Niño con mentiras”.
El Papa se pregunta: ¿Qué nos enseña esto? Que el hombre, cuando no adora a Dios, está orientado a adorar su yo. E incluso la vida cristiana, sin adorar al Señor, puede convertirse en una forma educada de alabarse a uno mismo y el talento que se tiene. Es un riesgo grave: servirnos de Dios en lugar de servir a Dios.
Cuántas veces hemos cambiado los intereses del Evangelio por los nuestros, cuántas veces hemos cubierto de religiosidad lo que era cómodo para nosotros, cuántas veces hemos confundido el poder según Dios, que es servir a los demás, con el poder según el mundo, que es servirse a sí mismo”.

La fe es la relación con una Persona viva

Otras personas en el Evangelio que no logran adorar, afirmó el Papa, son los jefes de los sacerdotes y los escribas del pueblo, ellos sabían con extrema precisión dónde nacería el Mesías, conocían las profecías y las citan exactamente. Saben a dónde ir, pero no van.
“En la vida cristiana no es suficiente saber: sin salir de uno mismo, sin encontrar, sin adorar, no se conoce a Dios. La teología y la eficiencia pastoral valen poco o nada – precisó el Pontífice – si no se doblan las rodillas; si no se hace como los Magos, que no sólo fueron sabios organizadores de un viaje, sino que caminaron y adoraron”.


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Jeffrey Bruno

Cuando uno adora, se da cuenta de que la fe no se reduce a un conjunto de hermosas doctrinas, sino que es la relación con una Persona viva a quien amar.
Al adorar, descubrimos que la vida cristiana es una historia de amor con Dios, donde las buenas ideas no son suficientes, sino que se necesita ponerlo en primer lugar, como lo hace un enamorado con la persona que ama”.

Adorar es poner al Señor en el centro

Al inicio del año, recordó el papa Francisco, redescubrimos la adoración como una exigencia de fe. Si sabemos arrodillarnos ante Jesús, venceremos la tentación de ir cada uno por su camino.
De hecho, adorar es hacer un éxodo de la esclavitud más grande, la de uno mismo. Adorar es poner al Señor en el centro para dejar de estar centrados en nosotros mismos. Es poner cada cosa en su lugar, dejando el primer puesto a Dios. Adorar es poner los planes de Dios antes que mi tiempo, que mis derechos, que mis espacios”.
Adorar es experimentar que, con Dios, nos pertenecemos recíprocamente. Es darle del “tú” en la intimidad, es presentarle la vida y permitirle entrar en nuestras vidas. Es hacer descender su consuelo al mundo.
Adorar es descubrir que para rezar basta con decir: «¡Señor mío y Dios mío!», y dejarnos llenar de su ternura”.

Adorar es ir a lo esencial

Asimismo, Francisco dijo que, adorar es encontrarse con Jesús sin la lista de peticiones, sino con la única solicitud de estar con Él. Es descubrir que la alegría y la paz crecen con la alabanza y la acción de gracias.


POPE EPHIPHANY
Antoine Mekary | ALETEIA

“Cuando adoramos –subrayó el Pontífice– permitimos que Jesús nos sane y nos cambie. Al adorar, le damos al Señor la oportunidad de transformarnos con su amor, de iluminar nuestra oscuridad, de darnos fuerza en la debilidad y valentía en las pruebas”.
Adorar es ir a lo esencial: es la forma de desintoxicarse de muchas cosas inútiles, de adicciones que adormecen el corazón y aturden la mente.

Adorar es rechazar lo que no debe ser adorado

El Papa también señaló que, al adorar uno aprende a rechazar lo que no debe ser adorado: el dios del dinero, el dios del consumo, el dios del placer, el dios del éxito, nuestro yo erigido en dios.
Adorar es hacerse pequeño en presencia del Altísimo, descubrir ante Él que la grandeza de la vida no consiste en tener, sino en amar. Adorar es redescubrirnos hermanos y hermanas frente al misterio del amor que supera toda distancia: es obtener el bien de la fuente, es encontrar en el Dios cercano la valentía para aproximarnos a los demás.
Adorar es guardar silencio ante la Palabra divina, para aprender a decir palabras que no duelen, sino que consuelan

¿Soy un adorador cristiano?

Finalmente, el Papa invitó a que hoy cada uno de nosotros se pregunte: “¿Soy un adorador cristiano?”.
Muchos cristianos que oran no saben adorar. Hagámonos esta pregunta. ¿Encontramos momentos para la adoración en nuestros días y creamos espacios para la adoración en nuestras comunidades?
Depende de nosotros, como Iglesia, poner en práctica las palabras que rezamos hoy en el Salmo: “Señor, que todos los pueblos te adoren”.
Al adorar, nosotros también descubriremos, como los Magos, el significado de nuestro camino. Y, como los Magos, experimentaremos una “inmensa alegría” (Mt 2,10).

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